Somos un pais soberano

No, desgraciadamente no. Aunque lo diga una tan violada Constitución, en su artículo 1.

En efecto, si “la soberanía reside en el pueblo, cuya voluntad es el fundamento de la autoridad” y a continuación se agrega que “se ejerce a través de los órganos del poder público y de las formas de participación directa previstas en la Constitución”, como la segunda parte no es sino verborrea demagógica, se niega de hecho que la tal soberanía resida en el pueblo, salvo que por pueblo se entienda a la variopinta clase gobernante que nos rige y se acepte que entregarnos a los intereses marcados por la corrupción sea un ejercicio de soberanía.

Para abundar, finaliza el citado artículo estableciendo que: “Los recursos naturales no renovables del territorio del Estado (tal cual el petróleo) pertenecen a su patrimonio inalienable, irrenunciable e imprescriptible”.

Como van las cosas, a quien menos parecen seguir perteneciendo, es al pueblo ecuatoriano.

Por otra parte, dada la magnitud de nuestro actual endeudamiento, cada vez está más relativizada la condición soberana de la política, dados los compromisos debidos a los acreedores y, entonces, también se deja de cumplir con los deberes primordiales del Estado, que incluyen “garantizar y defender la soberanía nacional” y otras tantas “ilusiones”, tal cual “fortalecer la unidad nacional” o el “vivir en una sociedad democrática y libre de corrupción.”

Así las cosas, el país nacional, un pueblo de antigua y vigorosa tradición democrática y de probado amor a la plena vigencia de las libertades, está obligado a exigir (para recuperar su soberanía, esto es el derecho a dirigir su destino), la más amplia, transparente y seria información sobre la política petrolera.

Si el petróleo es el sueldo del Ecuador, dicho ingreso y sus manejos deben ser perfectamente conocidos por toda la nación, y es obligación de mínima ética desvirtuar las informaciones que ahora nos abruman, respecto de la enorme ola de corrupción que diversos sectores denuncian, sin respuesta oficial.

Sin soberanía ningún pueblo sobrevive. La corrupción tolerada la niega.

huertaf@granasa.com.ec