Una mujer valiente

La asambleísta Mae Montaño y quienes estábamos pendientes del resultado que tendría su propuesta de reformar la “Ley Mordaza”, dimos por hecho un pronunciamiento obsecuente del oficialismo en la Comisión de Derechos Colectivos. Y así ocurrió. Los voceros del Ejecutivo intervinieron leyendo sus piezas oratorias con el énfasis y la puntuación ordenadas, sus compañeros del coro miraron su reloj, esperando que el tiempo corriera de manera rápida, y, casi al unísono, se dio el pronunciamiento que dispuso su definitivo archivo. La orden de Carondelet era inamovible, los plazos se acortaron y nuevamente se impuso la mayoría sobre la libertad.

Pese a la convicción de que cualquier intento de democratización procedente de las bancadas no serviles termina estrellándose ante la soberbia y prepotencia del poder, la valentía cotidiana de Mae, su decisión y porfía, fundamentadas en la convicción de que la entrega por los derechos humanos es un referente inamovible de los que piensan en la patria, la llevaron a esgrimir razones indiscutibles. Defendió la libertad de expresión como un derecho humano fundamental, asentando sus argumentos en criterios de organismos internacionales como la ONU, la OEA, la CIDH. Planteó la necesidad de eliminar las exageradas sanciones que tienen el objetivo de terminar con los medios independientes, la derogatoria de la figura del linchamiento mediático -porque se presta al encubrimiento de funcionarios inmersos en casos de corrupción-, la reestructuración del Cordicom, a fin de que sea un organismo independiente del Ejecutivo; que los medios del sector público fueran eso y no instrumentos del interés gubernamental; el predominio de la ley por sobre “las razones técnicas” como justificativos para conservar la frecuencia; la privacidad de los usuarios de las redes y la utilización de las cadenas oficiales solo para temas de interés general y por un máximo de cinco minutos.

La posición de Mae Montaño recogió la demanda nacional que exige poner freno definitivo al abuso totalitario del poder.

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