
Mao Zedong es casi un dios en Shaoshan
Cuarenta años después de su muerte, Mao Zedong es lo más parecido a un dios que puede haber en su lugar natal, Shaoshan, donde 17 millones de turistas pasan cada año para visitar los monumentos y sitios que le recuerdan.
Cuarenta años después de su muerte, Mao Zedong es lo más parecido a un dios que puede haber en su lugar natal, Shaoshan, donde 17 millones de turistas pasan cada año para visitar los monumentos y sitios que le recuerdan.
La cuna del histórico líder chino y artífice del régimen comunista es el centro del llamado ‘turismo rojo’ en torno a los principales lugares de la Revolución que dio origen a la República Popular China, y un lustroso negocio para hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos.
La gran estatua de Mao, un bronce de seis metros de altura (10,1 m con el pedestal) que preside una enorme plaza, es el epicentro de los lugares turísticos que se pueden visitar.
Aquí, miles de personas pasan cada día, solos o en grupos organizados por centros de trabajo o agencias de viaje, para homenajear y presentar sus respetos al fundador de la República Popular, especialmente ayer por la efeméride.
Ayer por el 40 aniversario de su deceso, miles de chinos desfilaron ante la momia de Mao Zedong para rendir homenaje al fundador de la República Popular China, un fervor que contrasta con el silencio del poder y los medios oficiales.
Como todos los días, la muchedumbre se congregó ante el mausoleo ubicado en la plaza Tiananmén, en el centro de Pekín, el verdadero corazón político de China. Pero este 9 de septiembre había que esperar más de dos horas bajo pleno sol para ingresar en el inmenso inmueble, antes de pasar durante algunos segundos junto a los restos del dictador, ataviado con su célebre atuendo gris.
“Creí que el mundo entero se derrumbaría” tras su muerte el 9 de septiembre de 1976, asegura la señora Huang, que ha viajado a Pekín desde la lejana Shenzhen (sur) para este 40º aniversario.
Frente al mausoleo permanece siempre un retrato de Mao en la puerta de Tiananmén que da acceso a la Ciudad Prohibida, el antiguo palacio de los emperadores.
Aunque muchos chinos ven en él al fundador de la “nueva China” en 1949, su recuerdo está ensombrecido por la desastrosa política económica del ‘Gran salto hacia adelante’ (1957), causante de una hambruna que provocó decenas de millones de muertos, y luego por la violencia totalitaria de la ‘Revolución cultural’ (1966-76), que aún traumatiza a muchos chinos.
A fines de los años 70 el partido comunista en el poder cerró así el debate sobre el legado de Mao: un 70 % positivo y un 30 % negativo.
Como prueba de que la historia del ‘Gran Timonel’ suscita cierta incomodidad, ninguna conmemoración oficial fue organizada ayer en el aniversario de su desaparición. La prensa estuvo igual de discreta.