Inocentes culpables

Apenas dos semanas después de la suspensión del servicio eléctrico que anunció la Corporación Nacional de Electricidad para la zona de La Puntilla y que entorpeció el normal desenvolvimiento de las familias que allí habitan, se dio otro, el 24 de diciembre (de 03h00 a 04h30). Pocos lo notaron porque se realizó en feriado, mientras la mayoría dormía. Pero la vía a Samborondón no es la única que sufre de continuos apagones. Los cortes de luz parecen estar volviéndose constantes en las Lomas de Urdesa, al igual que en Samanes, Alborada y Sauces, en el cerro Santa Ana, en el barrio Las Peñas, en los alrededores del Mercado Central y en varios sectores del sur.

Según la empresa eléctrica se trata de “desconexiones sectorizadas”, no de apagones; “casos aislados” que “generalmente se presentan durante el invierno”. Sin embargo, para los ciudadanos los cortes son cada vez más frecuentes -breves o prolongados- y se dan a lo largo de todo el año. Las molestias no se limitan a la afectación de la comodidad por la falta de agua que se genera cuando las bombas eléctricas dejan de funcionar, por la imposibilidad de paliar el calor porque no funcionan los acondicionadores de aire, o por la alteración de la rutina diaria. También ocasionan costos económicos por daños de electrodomésticos y de alimentos que requieren refrigeración, y en el caso de los locales comerciales, por la pérdida de clientes pues la falta de luz impide su normal funcionamiento; sin mencionar que en las noches la oscuridad favorece la actividad delincuencial.

La empresa proveedora del servicio ha indicado que las interrupciones fortuitas se deben a la mala manipulación de las líneas de distribución por parte de obreros y de contratistas de operadoras telefónicas. Otras han sido consecuencia de las lluvias que ya han comenzado a caer, y en algunos casos se han producido por contactos de aves y hasta de ratas con los cables de alta tensión. Las causas alegadas evidencian que las líneas eléctricas expuestas son muy vulnerables, lo que daría más fuerza a la creciente demanda ciudadana de que se inicie el progresivo soterramiento de las instalaciones eléctricas. Mientras se busca una solución definitiva, resulta imperativo que se optimice el servicio y que se ofrezca a la comunidad un plan de mejoras programadas. No se puede seguir responsabilizando a los animales, ni culpando a la lluvia por las fallas.