
Indigenas de Pilahuin dejan el agro por la ebanisteria
Se mueven de un lado a otro y con la misma destreza que la tenían con las herramientas utilitarias con las que araban la tierra.
Antes cultivaban los productos del campo y ahora le dan forma al canelo y al chuncho, las dos maderas primordiales que requieren cuatro indígenas de la parroquia Pilahuín para transformarlas en modernos y vistosos muebles.
Hace diez años, Miguel y Carlos Toalombo, Asdrúbal Pico y Kléber Galarza decidieron emprender otra actividad alterna a la agricultura. Todos son oriundos de esa parroquia andina, ubicada a 40 minutos de Ambato.
Su traje tradicional con poncho y sombrero lo reemplazan por camisas y jean viejos para evitar que se manchen por el polvo.
El pueblo de Pilahuín está habitado por un 90 % de indígenas. Su idioma principal es el kichwa y se dedican a la agricultura y ganadería, explica Pico, el más adulto de los artesanos.
Miguel, quien es el líder del grupo, comenta que hace doce años empezó el proyecto con diez jóvenes. Expertos del Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (Secap) llegaron hasta el sector para capacitarlos sobre la ebanistería. Cuando aprendieron, fueron a buscar experiencia en talleres de Ambato y otros lugares del país. La mayoría no regresó.
Hace tres años, los cuatro se reunieron y abrieron el taller comunal con la finalidad de crear la propia marca de muebles. ‘Mueblería Pilahuín’ es el nombre que piensan poner a la fábrica porque así resaltarán a la parroquia, aseguran sus integrantes. La Curia y las Madres Doroteas les dan el apoyo.
Para adquirir las máquinas gestionaron créditos y en la promoción no se hacen problemas. Cuando están elaborados los muebles, alquilan camionetas y se van de almacén en almacén a ofrecer su producto.
“En Pilahuín también creamos muebles de calidad. Nos conocen poco, pero nuestra meta es competir con otras marcas en el país”, señala Asdrúbal.
La meta de los microempresarios es generar más fuentes de empleo para más habitantes de la comunidad, dijo Pico.
Mientras los cuatro jóvenes se dedican a elaborar muebles en sus casas, las mujeres siguen con las tareas del campo. En estas tierras del frío páramo se cultivan zanahorias, papas y ajos, y se dedican a la ganadería.