Que nos hicimos

Los nuevos padres, esos que rompieron el molde autoritario, esos que recibieron las miradas admonitivas que no necesitaban palabras para transmitir mensaje, esos que aceptaban silentes las disposiciones paternas, no han podido, lamentablemente, generar aún, un nuevo modelo para administrar con criterio, amor y voluntad, los lazos filiales.

Se despreció el mando y el rigor, se intentó la vía de la amistad, que fracasó perdida entre la complicidad y el encubrimiento; se minimizó ahogando la autoridad que sucumbió ante la complacencia o la innecesaria violencia, más como desfogue personal que como correctivo, y finalmente, se cayó en la desubicada idea de la compensación, del simple comprador de cariño.

Amparados en el “que tengan lo que no tuve”, “que no sufran lo que sufrí”, los padres se han convertido en dadores de complacencia, buscando en ello la tabla salvadora del amor filial, la aceptación y la gratitud de los hijos.

El hijo observador, más analítico de lo que fueron sus padres a su edad, con más conocimientos y más información, saca ventaja, juega, manipula, en ocasiones enfrentándolos entre sí, o lo que es peor, utilizándolos como instrumentos de castigo o venganza ante terceros, llámense estos: hermanos, vecinos, profesores o quien sea.

¿Qué nos hicimos los padres? ¿Dónde nos fuimos? ¿Por qué nos atemoriza tanto cumplir nuestro rol? Ese que es de normadores, formadores, constructores de esos obsequios que Dios y la vida nos dieron. Ese rol que nos funge como primeros educadores, como primera autoridad, como guía, modelo y ejemplo del que los hijos deben aprender y superar.

¿Por qué nos aterra la idea de ser jueces de nuestros hijos y aplicar los límites y las reglas que la sana convivencia familiar demanda? En más de una ocasión, los problemas no son los hijos, sino los padres que, desenfocados y perdidos, confunden la sobreprotección con amor, y el análisis y la evaluación del comportamiento de sus vástagos, como atentado a la autoestima y maltrato.

Los padres han de ser observadores, analíticos, jueces y autoridad amorosa pero firme. Deben amar sin temer.