Dos en uno: así son Jéssica Abouganem y la danza

Dos en uno: asi son Jessica Abouganem y la danza

Esta historia parte de una analogía exacta: Jéssica Abouganem es a la danza, como la danza es a Jéssica Abouganem.

Suena sencillo, pero construir esa relación que ha superado fronteras -naciendo en Panamá, para profesionalizarse en Estados Unidos y seguir en Ecuador- requiere de esa cualidad que esta bailarina profesional cree haber adquirido de la danza: perseverancia.

La vida junto a este arte requiere de pasos que, dentro de otros más complejos, se ejecutan moviéndose hacia delante. Siempre hacia delante. Eso es lo que significa En Avant, la compañía que fundó en 2017 en Guayaquil y con la que ha logrado un cuerpo de baile con el que realiza montajes clásicos, neoclásicos y contemporáneos.

Ya en clases, Jéssica marca el ritmo, mira las pisadas de sus alumnos y su tarareo basta para saber lo que hay que hacer: “Para, piri, piri, piri...sale uno, sale dos, viene el canon.” Todos rotan, se estiran, toman a su pareja y se vuelven a alejar. La obra que ahí está tomando forma es ‘El paso del pájaro de fuego’.

Cuando termina de explicar y casi al final del ensayo, cambia sus deportivos por unas zapatillas que más parecen medias y entra en escena. Sube hasta el hombro de su compañero, corren por el aula estirándose, dando brincos y paran. Salen los alumnos y una mujer con cinta métrica en mano controla el vientre de algunos.

“Siempre hay una tendencia a exigir una figura más alargada de lo que un cuerpo naturalmente podría ser”, cuenta Jéssica sobre las demandas de ser bailarina y a las que se adaptó desde los 3 años, que fue cuando su madre la inscribió en una escuela de danza cerca de su casa en Panamá.

¿Qué como hizo para no desear devorar dulces durante su adolescencia y romper la imagen de la bailarina ideal? Jéssica, que ya tiene dos hijos y es con quienes comparte el tiempo de su carrera, lo resume en que todo se volvió parte de su cotidianidad.

“Es como cepillarse los dientes todos los días; voy a la clase de ballet todos los días, hacerse el moño todos los días, hasta que el moño casi se hace en automático, amarrarme las zapatillas es parte de mi rutina y cuando no lo hago más bien, es cuando me hace falta.”

Bailar es un verbo de acción al que ella, aunque estudió psicología, no renunció. Tampoco lo hizo con su mudanza hasta este país, que la cuenta como uno de sus momentos más irregulares en la profesión. Se casó con un ecuatoriano y dejó atrás el Ballet Nacional de Panamá y su anterior academia Estudio 9.

De eso ya son 7 años y recuerda con precisión lo que hizo en cuanto terminó de desempacar: “Fui a buscar dónde voy a ejercer, dónde voy a bailar, dónde voy a entrenar.” Finalmente terminó como maestra de los cuerpos de ballet en el Teatro Centro de Arte. Etapa que también ya finalizó.

Su tiempo ahora está destinado al proyecto que dirige con En Avant, desde donde asegura, propicia la autoevaluación de sus estudiantes para llegar a la pregunta que definirá el futuro: “¿Esto es lo que realmente quiero?”

De sus años como bailarina sacó una conclusión que espera transmitir: rutina no es igual a motivación. “La danza es una carrera difícil y si no te gusta puede ser una pesadilla también.”. Este arte, como cualquier otro, demanda y exige pasión. Jéssica lo sabe.