Residuos. El monumento a Vicente Rocafuerte en la plaza San Francisco es uno de los afectados por las aves.

Tambien danan los edificios

La sobrepoblación de palomas que, tal como publicó ayer EXPRESO, pone en riesgo la salud de las iguanas, el ícono turístico de la Plaza Seminario en Guayaquil, genera también daños físicos y estéticos en las fachadas de los monumentos y edificaciones p

La sobrepoblación de palomas que, tal como publicó ayer EXPRESO, pone en riesgo la salud de las iguanas, el ícono turístico de la Plaza Seminario en Guayaquil, genera también daños físicos y estéticos en las fachadas de los monumentos y edificaciones patrimoniales de la ciudad.

Si bien sus uñas y pico pueden deteriorar y rasgar los materiales constructivos de un bien (y con ello echar a perder años de historia), sobre todo cuando las infraestructuras son aplanadas o de piedra; a decir de tres expertos, es su excremento lo que resulta letal para su conservación.

Las deposiciones, explica Estefanía Pareja, miembro de la Fundación Rescate Animal, contienen altos niveles de fósforo y urea, ácidos y sulfatos, que carcomen especialmente las estructuras de metal. Sus toxinas, asimismo, facilitan el desarrollo de microorganismos que desgastan la pintura, las molduras y bases, lo que incrementa el riesgo de que se desprendan.

Aunque en Guayaquil no se ha realizado estudio alguno que mida o registre los daños que estos animales -que por sus efectos nocivos se han ganado el apelativo de ‘ratas del aire’- han generado en las edificaciones, para el urbanista Héctor Hugo, docente de la Universidad de Guayaquil, son varios lo inmuebles que se han visto afectados por sus heces.

La catedral San Pedro Apóstol, el Palacio Municipal, de la Gobernación, la Jefatura del Cuerpo de Bomberos y la Torre Morisca, todas patrimoniales, dice, presentan daños en sus elementos arquitectónicos: en los capiteles, cornisas, rosetones.

“Es lo que inconscientemente hacen. Buscan ciertos tipos de hábitats, un tanto huecos, semivacíos, idóneos para anidar y dormir, y por ende defecar, que les dan abrigo. Hoy que se han reproducido en cantidad, que se refugian incluso en nuestras casas, vale la pena investigar hasta qué punto nos están afectando y darle solución”, matiza el también urbanista.

Para aminorar el problema, Cristian Astudillo, propietario de la empresa ‘Ambiental Ecológica’, dedicada al control de plagas urbanas, recomienda no darles de comer. Si en el parque Seminario, por ejemplo, las personas se preocuparan por alimentar únicamente a las iguanas (y en un horario específico), estas con el tiempo se irían.

En el distrito de San Isidro en Lima (Perú) en el 2015 se emitió una ordenanza que lo impide y multa a quienes lo hacen. La medida, piensa Pareja, podría resultar en Guayaquil. Y si a esto se suma el uso de bocinas espanta aves y el uso de anticonceptivos (que vienen en forma de polvo y se los coloca en sus alimentos), las palomas no solo se ahuyentarían, sino que quedarían inhabilitadas de reproducirse.

El uso de mallas sobre las fachadas, que son imperceptibles a la vista, asimismo, evitarían que aniden sobre las obras. “Las protegería en su totalidad. Y no se vería afectada la calidad visual de los inmuebles o sus partes”, aclara Hugo.

El rechazo a su matanza masiva

Para los expertos, envenenar de forma masiva a las palomas no es, bajo ningún concepto, una medida viable. Hacerlo, colocar veneno en diferentes puntos de la ciudad, aseguran, mataría a este y otros animales, contaminaría, incluso, al hombre.

El exterminio masivo altera el equilibrio ecológico. Propiciar a que se vayan y asienten en otro hábitat, por lo tanto, matiza Paredes, será siempre lo ideal. “Lo oportuno a hacer según lo dicta la ley”.