Costo de oportunidad: la tasa de interes

La primera noción que el estudiante de economía aprende es que todo costo está dado por lo que se deja de hacer -el denominado costo de oportunidad. Entender el costo de oportunidad es un requerimiento pues se trata de la mejor guía que se tiene para la toma de decisiones, razón de ser de la disciplina económica, y tiene que ver con escoger el mejor uso posible de los recursos que siempre son escasos frente a necesidades percibidas como inagotables.

El costo de oportunidad es una noción ajena al socialismo, donde impera la ingeniería social y donde el burócrata planificador es el sabelotodo y moralizador por añadidura. Aperchado en su despacho, el ideólogo decide, por ejemplo, que la mejor forma de ahorrar en el pago de las deudas es, simplemente, dejar de pagar, no obstante contar con los medios para hacerlo, y emprender en una reestructura del perfil de amortizaciones.

La cesación de pagos le provoca un dolor de cabeza a los acreedores, y entonces ríe con satisfacción, se autoproclama conquistador del imperialismo, se enorgullece de su visión superior y sostiene que el mundo ha cambiado: nada más y nada menos.

El mercado, algunos estudiantes aprenden, puede perdonar, pero no olvidar. Perdona cuando sabe que el cliente no puede pagar, pero no lo hace cuando se entera de que el no pago es ideológico. Eventualmente toma lo ofertado (no todos, ¡hay que recordar lo que los fondos buitres le hicieron a Argentina!) y sufre el “corte de pelo” (como se llama el castigo del valor de los créditos otorgados). Pero la forma como responde muchas veces, cuando el mal cliente retorna, es volviendo a ofertar el crédito subiéndole el precio a la oferta y cobrándose con creces la diferencia.

Eso es el costo de oportunidad, en la teoría.

En 2008, el Gobierno decidió que la hazaña de cortarle el pelo a los acreedores no podía ser del dominio exclusivo de Kirchner. Propuso pagar el 30 % del valor facial de los bonos 2012 y 2030 (excepción hecha de los bonos 2015 que habían sido reestructurados por los mismos personajes del Gobierno) aduciendo que se trataba de una deuda ilegítima e inmoral. Hubo entonces un “ahorro” aproximado de $2.000 millones.

Posteriormente, en cifras gruesas el cálculo arroja que si el Gobierno ha contratado $25.000 millones a un plazo promedio de seis años, y ha debido pagar un “sobreprecio” en intereses de alrededor de 4 puntos porcentuales, el pago de los intereses se incrementará en $6.000 millones ($25.000 x 4 % X 6 años). Si le deducimos los $2.000 millones del “ahorro”, los ecuatorianos terminamos pagando $4.000 millones en exceso. Cabe preguntar entonces: ¿qué se puede hacer con esos $4.000 millones? y ¿ a quiénes se les pasa la cuenta?

Eso es el costo de oportunidad en la práctica.

La noción del costo de oportunidad debe ser practicada en todos los momentos e instancias de la toma de decisiones. Cuando me refiero a la mala práctica en materia de política económica, estoy pensando en las pobres decisiones de gasto causadas por la desaprensión, inspiradas por la burda ideología socialista, y abonadas finalmente por la soberbia y la ignorancia del mercado, que no se cura con títulos o cartones.

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