“Se puede decir que la testosterona es la molécula que ha escrito la historia. Está hasta detrás de nuestras guerras”, afirma Joe Herbert, neurocientífico estadounidense.

Compartir utero con un nino no seria tan buena idea

Un estudio con casi 14.000 mellizos sugiere que las niñas expuestas a la testosterona de sus hermanos tienen pocas probabilidades de éxito.

Lo dice la Ciencia: las mujeres que comparten útero con un varón, es decir, con un mellizo, tienen un 15 % menos de probabilidades de acabar el instituto, un 4 % menos de terminar los estudios universitarios, un 12 % menos de estar casadas al cumplir los 32 años, una fertilidad un 6 % menor y casi un 9 % menos de ingresos económicos a lo largo de su vida, comparadas con las niñas que compartieron útero con otra hermana.

Las cifras surgieron de una investigación que involucró a 13.700 hermanos mellizos nacidos en Noruega, entre 1967 y 1978. ¿La razón? Los autores, entre estos Aline Bütifoker, de la Escuela Noruega de Economía, en Bergen, apuntan a la testosterona para explicar estos efectos socioeconómicos.

Sin embargo, hay dos limitaciones en el estudio, dichas por los mismos autores. La primera es que no midieron la testosterona prenatal, porque eso sería muy invasivo y plantearía graves problemas éticos. La segunda es que no pueden asegurar que los efectos sean iguales con todas las culturas.

“No podemos saber si los efectos a largo plazo que observamos se deben a efectos biológicos directos de la exposición a la testosterona o a efectos sociales indirectos. Por ejemplo, debido a que la sociedad trate de manera diferente a una mujer con género no conforme”, añade Krzysztof Karbownik, coautor de la investigación y economista de la Universidad Emory, en Atlanta (EE. UU.).

Es la primera vez que un estudio analiza a tantos hermanos mellizos durante tanto tiempo, según destaca Karbownik. Otra de las fortalezas del trabajo es que incluye a unas 600 mellizas cuyos hermanos murieron en el primer año de vida. Los resultados socioeconómicos observados en estas mujeres son similares a los del resto de mellizas, lo que descartaría, según los autores, que el efecto se deba a crecer junto a un hermano varón.

La testosterona es una hormona extremadamente antigua. Su origen se remonta a los primeros animales vertebrados. La producen aves, peces, reptiles y mamíferos. La testosterona hace tres cosas importantes para un hombre adulto. Permite que sea fértil. También hace que le crezcan la barba, el pelo y los músculos, que aumentan su atractivo sexual y lo preparan para la vida arriesgada y competitiva de un adulto. Y actúa en su cerebro, no solo para que se interese por el sexo y lo busque, sino que le otorga las cualidades psicológicas y emocionales.

La psicóloga Cordelia Fine, de la Universidad de Melbourne (Australia), rechaza la visión de un comportamiento innato guiado por la testosterona y pone el foco en otros factores, como la educación y las tradiciones machistas. Mientras que el autor de ‘Testosterona. La molécula detrás del poder, el sexo y el deseo de ganar’, Joe Herbert, neurocientífico estadounidense, cree que la exposición a la testosterona en el útero tiene consecuencias drásticas para el comportamiento posterior.