Hace ya algún tiempo, cuando al mando del timón de la educación ecuatoriana estaba la Dra. Vidal, se realizaron algunos cambios en el Reglamento de la Ley General de Educación y se crearon, seguramente por el exceso de complacencia con el que poco estudia, una serie de oportunidades que llegaron a cuatro con el examen de gracia.

Aparentemente, la idea era dificultar el que un alumno que no había estudiado pierda su año lectivo, pero lo más grave no fue eso, sino que el llamado examen de gracia implicaba que el estudiante se matriculase en el año superior que aún no había ganado y después de un mes de mantener un cupo incierto, recién diese la prueba. Si no pasaba, se lo obligaba a regresar al año anterior. Galimatías extraño, confuso y más perjudicial para el estudiante, pero en todo caso así quedaron las normas.

Hace poco tiempo el Ministerio de Educación, acaso cayendo en cuenta de la locura del proceso o entendiendo que la medida para nada fue eficiente, decidió corregir y estableció que el examen de gracia, como siempre debió ser, tenía que ser tomado cinco días antes del inicio del año lectivo para que se definiese si el estudiante ganaba o perdía su año escolar.

Buena decisión, porque más allá de volver a la lógica y al orden, se alivia a las secretarías de las instituciones que mantenían en un limbo a ese tipo de estudiantes y a la organización misma del aula. Por ello creemos importante, así como en ocasiones hemos criticado las gestiones del Ministerio, hoy felicitarlo por un acierto y una adecuada decisión.

Acaso lo ideal hubiese sido eliminar el examen de gracia, pero entendemos la complicación jurídica de una reforma de esa naturaleza, pues ciertamente nos parece excesivo entregar en dos meses cuatro oportunidades para forzar un pase de año. En todo caso es válido lo realizado y hay que aplaudir el hecho de que la lógica y la cordura se hayan impuesto.

El estudiante no podía vivir en la incertidumbre y la institución educativa, por mil razones, necesitaba tener datos claros y concretos de cupos utilizados para el diario vivir.

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