El aprendizaje vivencial perdura

El aprendizaje vivencial perdura

La ciencia descubre que la actividad cerebral del niño en las clases tradicionales es igual que cuando ve la televisión, o sea, nula.

Sus clases no son verbales o magistrales donde el alumno solo escucha, escribe y memoriza. Ella los ejercita para que desarrollen sus habilidades y destrezas; pero sobre todo para que se emocionen y amen lo que están aprendiendo.

Rosa Verdezoto, de 51 años, se confunde entre sus alumnos del jardín de infantes (de 2 a 4 años), donde canta, baila, ríe, juega, lee y arma rompecabezas sentada en el piso del aula que está bien ambientada de una forma amena y colorida. Los niños siguen los juegos, con los que no solo están aprendiendo cosas cotidianas, sino que además están activando el cerebro y desarrollando el pensamiento.

“El elemento esencial en el proceso de aprendizaje es la emoción. Solo se aprende aquello que se ama”, asegura Verdezoto, quien tiene 21 años en la labor docente, es licenciada en Educación Parvularia, doctora en Planificación e Investigación Educativa, magíster en Gerencia y Liderazgo Educacional y capacitadora de maestros en técnicas educativas.

Los científicos han descubierto que la actividad cerebral del estudiante cuando atiende una clase magistral es la misma que cuando ve la televisión: prácticamente nula. Con ello han podido probar que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona.

En Ecuador, el 60 % de los maestros sigue impartiendo clases pasivas. Mantiene sentados a sus alumnos haciendo planas y obedeciendo lo que deben o no hacer.

En cambio, un 40 % ha desterrado los libros de texto, total o parcialmente; han introducido las metodologías de proyectos, de aprendizaje cooperativo o de simulaciones en las aulas, y han roto las barreras entre el centro educativo y la sociedad.

Bertha Zambrano, profesora con 20 años de experiencia y directora de un plantel particular de la ciudad, indica que a los estudiantes hay que mantenerlos despiertos y abrirles la puerta de la curiosidad, aunque para eso tenga que llevar un elefante a la clase. “La idea es que digan ¡wow! y quieran seguir en la escuela”.

Al igual que en otros países, en Ecuador han aparecido diferentes corrientes que quieren transformar el modelo educativo y una de ellas es la Neurodidáctica: un conjunto de conocimientos que está aportando la investigación científica en el campo de la neurociencia y su relación con los procesos de aprendizaje.

Lorenzo Gámez, neurólogo, de 51 años y 34 de ejercicio profesional, catedrático y médico del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explica que el cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas. “El niño aprende de lo que ve y mucho más de lo que hace, pero hay que motivarlo y dejarlo hacer lo que le gusta”.

Estudios han determinado que el 70 % de los estímulos que recibe el hombre es visual. El 30 % restante está entre los oídos, tacto, gusto y olfato, manifiesta Patricia Marcial Velasteguí, docente de la Universidad Espíritu Santo (UEES), doctora en Medicina, máster en Educación, con un diplomado en Psicología.

Por ello, enseñar significa emocionar y hay que inyectar curiosidad en relación con la edad. “Mientras el alumno es niño hay que enseñarle a través de juegos y vivencias. A medida que avanza en edad se le introduce explicaciones teóricas. No hay que alargar los horarios de enseñanza, ya que el adolescente tiene una capacidad de atención de 40 minutos”.

Los expertos señalan que estas acciones pueden concretarse con el cambio de mentalidad del maestro, quien tiene que conocer los nuevos métodos pedagógicos; pero sobre todo, debe emocionarse para enseñar.

Expertos en pedagogía sugieren aprovechar los espacios públicos, que tienen un gran potencial educativo y enriquecen el aprendizaje posibilitando el desarrollo de cuatro competencias básicas para los niños: aprender a conocer, a ser, a hacer y a convivir. Los más frecuentes son los parques, las bibliotecas, etc.

“Si los alumnos van a aprender sobre los sitios turísticos es mejor que visiten con sus maestros el malecón Simón Bolívar o el cerro Santa Ana para que conozcan lo que allí hay, en lugar de verlos en libros o figuras”, dice Patricia Marcial, máster en Educación.

Si van a estudiar la Fotosíntesis es mejor que lleven la planta a la clase. “Si la ponen en la ventana y le da el sol verán que sufrirá cambios; pero si la llevan a un cuarto oscuro se marchitará. Ellos aprenderán con la vivencia y nunca lo olvidarán”.