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Colombia, a años luz

Avatar del Rubén Montoya

Seguimos teniendo una Justicia dependiente del poder de turno, inepta, pero sobre todo comprable. Colombia, no. Y debiéramos aprender...

No es fácil ser demócrata por estas tierras: estamos acostumbrados a usar la ley cuando nos da la gana y a echarla al cesto cuando nos molesta. Tenemos, en Ecuador, una larga tradición golpista, por ejemplo: más de 30 golpes de Estado, la mitad exitosos, en menos de dos siglos de existencia. El rosario de veces que hemos roto la Constitución, además, es de enciclopedia. Y seguimos teniendo una Justicia dependiente del poder de turno (o del que viene, que hay que ir con los vientos, ¿verdad?) sumisa, groseramente inepta, pero sobre todo comprable. Colombia, no. Y debiéramos aprender.

No son menores las lecciones que nuestra vecina nos da en cuestiones de independencia de funciones; la última sería inadmisible en Ecuador: Nicolás Petro, hijo del presidente de la República, fue detenido la semana pasada acusado de varios delitos, entre ellos el lavado de dinero. Su padre no salió a amenazar a la Fiscalía, ni a echarle un manto protector, ni a justificarlo, como en Ecuador hemos visto a presidentes hacerlo con sus cuñados, esposas, hijas, gran hermanos… Puede ir hasta 30 años preso, pero Gustavo Petro, el presidente, el padre, lo que hizo fue desearle que estos sean tiempos de reflexión.

En febrero de 2010 hubo otro gran ejemplo: la Corte Constitucional impidió con su fallo que el popularísimo presidente Álvaro Uribe (más del 80 % de aceptación) pudiera optar a una segunda reelección, prohibida en la ley. Algo así como pasa ahora con Nayib Bukele, el ídolo latino. Solo que Colombia no es, tampoco, El Salvador.

Antipopular pero decente, la Corte colombiana le dijo no a la reelección porque las normas vigentes, que se negó a interpretar falsamente, lo impedían. Punto. Uribe tragó, suponemos que saliva, y aceptó el fallo. Colombia se quedó sin su aclamado líder, pero la democracia ganó. Porque la democracia es como el amor: no cuenta el que se hace de alegrías, cuando todo es bonito; sobrevive y cuenta el que supera las dificultades, los conflictos, las derrotas. Petro y Uribe, y los colombianos, serán todo lo que ustedes quieran, pero tienen respeto por las reglas del juego.

¿Y nosotros, pa’ cuando?