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La moda cool del verano del 23

Avatar del Roberto Aguilar

La equidistancia buenoide entre correísmo y anticorreísmo está de moda entre los candidatos y es una excelente noticia para los correístas.

El punto cool de la política ecuatoriana en este agitado verano del 23 es la equidistancia buenoide entre el correísmo y el anticorreísmo. Lugar de encuentro de todos los extremos; espacio que los aprendices de Bukele comparten con los octubristas frustrados en espera de una nueva oportunidad; donde los que predican la caducidad de las ideologías se dan la mano con… ¡los ideólogos del correísmo, que son los más interesados en hacer de su ubicuidad una tendencia! Esa equidistancia buenoide se ha convertido en la última prueba de cheveritud millennial para quienes han hecho de la tibieza una virtud y de la inanidad una estrategia política.

Enarbolan una verdad de perogrullo: el Ecuador es mucho más diverso; el Ecuador es mucho más hermoso. Y diagnostican: esa oposición nos hace daño. Nos mantiene viviendo en el pasado. “Tanto daño ha hecho el correísmo y el anticorreísmo”, decía en estos días, en una entrevista de televisión, el presidente de la Conaie Leonidas Iza, que para cambiar el país propone un estallido de violencia sagrada con muertos y heridos de los que no piensa responsabilizarse y la instalación de un régimen de comunismo indoamericano con su dictadura consiguiente. Y se preguntaba: “¿es el límite de la política? Miremos este país, es más bello”. Y concluía: “Si queremos debatir políticamente, tiene que salir de ese límite, no nos permite ver la realidad”. “¡Totalmente de acuerdo!”, comentaba el sociólogo español Decio Machado, fiel servidor del correísmo en los primeros días, hoy cultor de la equidistancia buenoide que tanto bien le hace al correísmo.

Así las cosas: después de que arrasaron las instituciones, atropellaron los derechos, persiguieron a los disidentes y pusieron, literalmente, la libertad entre comillas; después de que abrieron las puertas a las mafias, hicieron provechosos negocios con ellas, dejaron al país en la indefensión y culparon a terceros; después de que instalaron un sistema de delincuencia organizada en el corazón mismo del Estado, convirtieron el soborno y el sobreprecio en procedimientos cotidianos y se robaron todo; después de que proscribieron el pensamiento crítico, hicieron del periodismo un oficio ilegítimo y dejaron instalada en la sociedad la idea de que la libre expresión es un peligro; después de que se tomaron el sistema judicial y lo transformaron en un territorio donde medran, hasta hoy, los aventureros; después de que hicieron un mal chiste del Estado de derecho… Después de todo eso, ahora resulta que lo que tiene jodido al Ecuador es la división entre el correísmo y el anticorreísmo. ¿Es en serio?

“Ya no estamos para ver para atrás sino para adelante”, dijo la candidata a la vicepresidencia Érika Paredes. Como si el correísmo fuera cosa del pasado. Como si no tuvieran el CPCCS en el bolsillo (ganado con trampa, haciendo letra muerta de la ley electoral) y, con él, la vía abierta para alzarse con los organismos de control y el sistema de justicia. Como si no avanzaran a recuperar la presidencia de la República con un proyecto de impunidad y venganza que su líder, el delincuente prófugo Rafael Correa, ha tenido el descaro de describir hasta en sus mínimos detalles. Pero claro, aducir que el correísmo es cosa del pasado ayuda a vivir en paz con la conciencia cuando se vive de él o a su servicio. Y además está de moda. Es cool. Está conectado con la diversidad de este país hermoso pero amenazado, no por la inminencia del proyecto autoritario de una pandilla de ladrones, sino por el odio que les tiene esa gente tan intensa y tan falta de glamur.