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Roberto Aguilar | Lo que faltaba: la culpa es del río

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De la corrupción, la ineficiencia, la imprevisión y el latrocinio provienen las fallas estructurales...

No es la hidroeléctrica, es el río. En su desesperado intento por librar de responsabilidades en la crisis eléctrica a sus comandantes (esa cuerda de rateros que nos vendieron el cuento del cambio de la matriz energética mientras inflaban presupuestos y se repartían millones), la correísta Sofía Espín se lanza de cabeza en el ridículo y ensaya la más extravagante de las teorías. Se había presentado el ministro encargado de Energía, Roberto Luque, ante la desacreditada Comisión de Fiscalización de Pamela Aguirre, para explicar los pormenores de la crisis, y se había explayado describiendo el desastre de Coca Codo Sinclair: la megahidroeléctrica que por poco y se cae a trozos, tan ridículamente mal hecha, a pesar de lo escandalosamente cara que resultó, que tiene que salir de operación hasta diez veces por año. O más. Mientras esos problemas no se solucionen, dio a entender (y todo parece indicar que no tienen solución, al menos nadie la ha esbozado ni remotamente), el fantasma de los apagones planeará sobre nuestras cabezas. En eso estaba la cosa cuando saltó Sofía Espín, ‘cheerleader’ mayor del delincuente Jorge Glas, para dejar sentado un punto: la culpa no es de la hidroeléctrica, es del río.

“Estas salidas (de servicio) son por problemas de sedimentos y no por la hidroeléctrica en sí. La hidroeléctrica, lo que requiere, son mantenimientos programados”, dijo Espín, y pidió al ministro que se lo confirmara. Quedó debiendo Roberto Luque: se fue un poco por las ramas, dando lugar a que los correístas se reafirmen en la teoría de que nada de esto estaría ocurriendo si los gobiernos que siguieron al suyo hubieran mantenido la central como Dios manda. Esa es una de las piedras angulares de la desvergüenza correísta: el cinismo con el que pontifican, desde las alturas morales que se atribuyen, sobre la miseria de sus sucesores. Tanto éxito han tenido posicionando este discurso que ahora resulta que hasta señalar sus reales responsabilidades está mal visto, pues solo puede provenir de un odio incontrolado y obsesivo: comunicadores políticos pletóricos de buen rollito confirman el diagnóstico.

No le hace: Coca Coda Sinclair se cae a trozos y la culpa es de la corrupción, la ineficiencia, la imprevisión y el latrocinio correístas. De ahí provienen las fallas estructurales, los materiales de pésima calidad, las más de siete mil fisuras, de las cuales tenían pleno conocimiento los presidentes de Ecuador y China cuando inauguraron la hidroeléctrica… Todos esos detalles que hoy constan en la demanda por más de 500 millones de dólares que la Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec) presentó contra la constructora china Sinohydro ante la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional en Santiago de Chile… Y algo muy importante: el desastroso sistema de evacuación de sedimentos, que obliga a parar la operación casi mensualmente para evacuarlos a mano, consecuencia de no haber aplicado la recomendación de Contraloría según la cual las pruebas y los estudios para su construcción debían hacerse en presencia de caudales altos y no en época de estiaje, como hizo la compañía china con complicidad del gobierno, por apuro y por codicia. “Son problemas de sedimentos y no por la hidroeléctrica en sí”, determina Sofía Espín, con ignorancia y malicia, y deja sentado el argumento con el que nos seguirán mintiendo de ahora en adelante.