Del COVID aprendí

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No olvides decirles cuánto los quieres.

Hace algunas décadas ya, el maestro Armando Manzanero componía un tema hermoso, que hablaba de cómo una llegada inesperada puede enseñarnos, abrirnos los ojos a cosas que antes no apreciábamos. Por eso el título de esta columna.

Creo que podemos coincidir en que del COVID todos hemos aprendido. Más allá de los análisis médicos o los tratamientos efectivos que se han descubierto o están por descubrirse contra el virus, quiero enfocarme en las enseñanzas que esta situación nos ha dejado.

Aprendimos que no podemos dar todo por sentado, que debemos agradecer por lo que tenemos y aceptar aquello que perdemos. Aprendimos que un abrazo es más valioso que miles de dólares. Aprendimos que el dinero no lo compra todo y que debemos ser más humildes porque una de las cosas que el dinero no compra es la vida.

Aprendimos que importa más de quién te rodeas que con qué, que los amigos y la familia no necesitan verse para darse cariño, que de nada te sirve tener la cama más cara y cómoda del mundo si no tienes alguien amado para compartirla. Aprendimos, de nuevo, que en la vida estamos de paso y que nuestra huella en la tierra la dejan nuestras acciones, sobre todo las buenas; extender la mano a alguien que lo necesita, acompañar a alguien durante un momento difícil, en fin, cosas que nos hacen crecer como seres humanos.

Del COVID aprendí a decirle más seguido a las personas que valoro que son importantes para mi, que el mejor regalo que te pueden dar hoy es cariño.

Del COVID aprendí a agradecer por cada día de vida, lo importante que es cuidar de uno mismo para poder cuidar a los demás. Aprendí a no dejarme vencer por el negativismo y enfocarme siempre en ser mejor persona, en todo sentido. Como dice el maestro Manzanero, “hacer mayores mis contadas alegrías y a ser dichoso yo contigo lo aprendí”.

Espero de todo corazón que esta columna te encuentre bien a ti y a los tuyos. No olvides decirles cuánto los quieres.