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El horror está entre nosotros

Avatar del Joaquín Hernández

"No es posible la cómoda e ingenua justificación de que eso pasa allá, en las cárceles entre seres que no tienen dignidad humana"

Los atroces acontecimientos sucedidos en la Penitenciaría del Litoral el pasado martes 28 y miércoles 29 de septiembre constituyen una verdadera pesadilla para el país. Una columna de inspiración filosófica, preocupada por las relaciones internacionales, la cultura y la educación no puede permanecer cómodamente ajena ante la barbarie de la que hemos sido testigos y pretender simplemente que la vida sigue. Lo que vivimos esos días y queda en el ambiente es el fracaso del Estado, no del Gobierno únicamente, para preservar la vida humana como es su mandato. No pudieron prever, anticipar ni minimizar lo que sucedió. Menos detenerlo. En el programa de Carlos Vera del jueves 30, Alberto Molina Flores señaló, por ejemplo, que el Código Orgánico de Seguridad del Estado duerme desde hace tres años en la Asamblea y que hubiera permitido una intervención activa a favor de quienes estaban siendo asesinados de la forma más despiadada y cruel. ¿Qué palabra tienen los legisladores -por favor no generalidades ni lugares comunes, para ello es mejor el silencio- ante los gritos de dolor de los familiares que acudieron a esa macabra ceremonia donde un desalmado (sin alma) gritaba los nombres de los muertos como si fuesen parte de un sorteo? No es posible la cómoda e ingenua justificación de que eso pasa allá, en las cárceles, entre seres que no tienen dignidad humana. ¿No oyeron las cifras de Andersson Boscán en Café La Posta, de que el número de muertos en las calles de la ciudad, sí, Guayaquil, ¿duplica ya el de la Penitenciaría? ¿Creen que con eso va a venir turismo, inversión? ¿No se les ocurre que los masacrados de hoy tienen familiares, hijos, que ya recibieron una herencia de violencia que va a salir tarde o temprano? ¿Y que probablemente los grupos que sufrieron los muertos no van a vengarse, no solo dentro de la Penitenciaria? Y finalmente, ‘last but not least’, que, si continúan intactas las condiciones de corrupción, destrucción de las instituciones, burocracia que no permitió la entrega de recursos a tiempo para una crisis que se avizoraba, tendremos otras masacres cada vez peores. Para el Gobierno se agota el tiempo; la brújula que guíe, el liderazgo que construya y apañe, en estos momentos es necesario. Para la ciudadanía, la horrible confrontación con lo que somos, no con lo que creíamos ser.