Columnas

La crisis ‘Pelosi’

China necesita estabilidad para consolidarse. Unos años, unas décadas más, no importan, siempre y cuando no se crucen ciertas líneas rojas que la visita de Pelosi no ha hecho

Las reacciones chinas por la visita de la presidenta de la Cámara de representantes de los EE. UU., Nancy Pelosi, a la isla de Taiwán, han agitado los medios de comunicación internacionales hasta el extremo de hablar de un inminente enfrentamiento bélico entre las dos superpotencias que luchan por el control del poder mundial y del Pacífico específicamente. Sin embargo, una guerra por este motivo no es para tanto en este momento. La respuesta china, con todo su lenguaje belicoso y los movimientos militares agresivos, responde más bien a una cuidadosa estrategia, la del ‘nuevo orden’, que Xi Jinping está tratando de imponer.

China sabe que para el 2049 será la primera potencia mundial. Los chinos no están aquejados de ansiedad como los occidentales, que creemos que cada día se gana o se pierde algo trascendente. Como le dijo en París el ministro de Relaciones Exteriores chino a Henry Kissinger, entonces secretario de estado de los EE. UU. en las negociaciones sobre Vietnam, cuando este le preguntó qué pensaba sobre las consecuencias de la Revolución Francesa: “es un acontecimiento muy reciente para opinar sobre él”. El tiempo es apreciado de manera diferente en Washington que en Pekín.

China necesita estabilidad para consolidarse. Unos años, unas décadas más, no importan, siempre y cuando no se crucen ciertas líneas rojas que la visita de Pelosi no ha hecho. El modelo chino es exitoso para escándalo de los occidentales: es eficiente, competitivo pero autocrático. Todas las discusiones de los occidentales, incluida la izquierda, sobre la vigencia de los derechos humanos universales, su defensa a ultranza y su reclamo casi obsesivo, no existen en el imperio chino. Por algo en su visita a la isla, Nancy Pelosi ha repetido la frase del presidente Biden de que el conflicto actual es entre autocracias y democracias. Solo que las democracias lucen cada vez más debilitadas, víctimas de lo que Carl Schmitt llamó en su momento su formalismo artificial.

En este escenario, la visita de Pelosi está siendo aprovechada por Xi Jinping para lograr un tercer mandato como secretario general del PC chino en noviembre y mostrar como provocador a EE. UU. y poner a Biden en una situación incómoda que no le trae beneficios.