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¿El huevo o la gallina?

Avatar del Iván Baquerizo

"...si tuviera que describir la institucionalidad estadounidense en pocas palabras, serían que es un sistema muy descentralizado, un Estado de derecho funcional, una justicia imparcial, un apartidista activismo político involucrado y una prensa realmente libre"

Recuerdo, allá por el año 2004, una visita a Guayaquil de mi amigo Álvaro Vargas Llosa para presentar en aquel entonces su libro Rumbo a la libertad. En él, Álvaro planteaba la disyuntiva sobre qué era más relevante para lograr un cambio positivo y estructural en Latinoamérica; cambiar primero la institucionalidad sociopolítica para después cambiar la cultura del país o viceversa; cambiar primero la mentalidad de las personas, para después cambiar las instituciones. Como se diría coloquialmente, ¿qué fue primero? ¿El huevo o la gallina?

El dilema arranca desde tiempos inmemoriales y la respuesta no es tan sencilla. Por un lado, las teorías creacionistas sostienen que primero fue la gallina y por otro lado las teorías científicas aseguran que primero fue el huevo. El célebre físico inglés Stephen Hawking sostendría en su libro El gran diseño, que la ciencia es incompatible con la teoría teológica de la creación. Al final creo que es un error pensar en el sentido literal y no en el metafórico de la pregunta, so pena de concluir que simplemente nos encontramos ante una falacia de tipo circular.

Este 3 de noviembre pasado fueron las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, que terminaría ganando el candidato demócrata Joe Biden tras un largo escrutinio. Como era de esperarse, para quienes conocen la forma de ser del presidente Donald Trump, este se negó a conceder la victoria a su rival y ha tratado de hacer todo lo que está a su alcance para revertir los resultados argumentando un inexistente fraude electoral.

Es innegable que el presidente en funciones de los Estados Unidos es probablemente el hombre más poderoso del mundo y con mucha capacidad de acción. A pesar de esto, la estructura descentralizada, división de poderes y el bien estructurado sistema de ‘check and balances’ o pesos y contrapesos del gobierno americano hizo que la institucionalidad americana prevalezca, aun ante la embestida furibunda del presidente de los Estados Unidos. ¿Cómo mismo funcionó la bien arraigada institucionalidad gringa?

Tomaría muchas páginas hacerlo, pero si tuviera que describir la institucionalidad estadounidense en pocas palabras, serían que es un sistema muy descentralizado, un Estado de derecho funcional, una justicia imparcial, un apartidista activismo político involucrado y una prensa realmente libre. Esta combinación de factores, tan sencillos de enumerar y tan difícil de estar en desacuerdo, ¿por qué resulta tan duro poderlos aplicar en nuestras imberbes jurisdicciones criollas?

La respuesta, también sencilla, es por el colectivismo cavernícola tan profundamente arraigado en nuestras entrañas; para derrotarlo es necesario cambiar ambas: las instituciones y la cultura. Sin embargo, creo que con un buen liderazgo político el camino del cambio institucional es más rápido y fácil de hacer que el cambio cultural, por lo que ante el dilema que plantease Álvaro hace 16 años, me decanto por la opción del cambio institucional. Porque la prosperidad sí es posible si recordamos hacer lo que nos sugiriera Stephen Hawking en el 2012: “Recordemos siempre mirar arriba hacia las estrellas y no abajo hacia nuestros pies”.

¡Hasta la próxima!