Aurora Gloriosa

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Nos sentimos, a mucha honra, guayaquileños libres, hechos con madera de guerrero.

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Pocas definiciones son más preciosas que aquella que emplearía el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha para explicarle a su fiel compañero Sancho Panza lo sublime de la libertad. Es que por la libertad a través de la historia se han librado muchas batallas y se han ofrecido muchas vidas. Porque la libertad y una vida digna son indivisibles; son derechos naturales complementarios que no pueden existir el uno sin el otro, pues una vida sin libertad simplemente no merece vivirse.

Este 9 de Octubre celebraremos el Bicentenario de la Independencia de Guayaquil, gesta histórica que marcaría el inicio del proceso de emancipación de la Corona española de una parte importante de las colonias hispanas en Sudamérica. Un evento que no solo fue magistralmente planificado por el ilustre grupo de próceres independentistas desde el cónclave conocido como la Fragua de Vulcano, sino que también contó aquella madrugada del 9 de Octubre de 1820 con una ejecución casi impecable que evitaría el derramamiento innecesario de sangre.

A partir de entonces, el germen revolucionario guayaquileño se expandiría de manera radial por todo el país hasta llegar un 24 de Mayo de 1822, 19 meses después, a la independencia definitiva del Ecuador con la Batalla del Pichincha.

Los guayaquileños somos muy orgullosos del hecho de haber sido los pioneros de la independencia en la región. Hicimos un himno soberbio a la ciudad, cuya letra -autoría del insigne guayaquileño José Joaquín de Olmedo- saluda de forma excelsa a la libertad. El lema que adorna el Escudo de Guayaquil -obra también de Olmedo- reza la gloriosa y legendaria frase Por Guayaquil Independiente. Convertimos a Guayaquil y la libertad en sinónimos y aquello nos halaga. Nos sentimos, a mucha honra, guayaquileños libres, hechos con madera de guerrero.

No hay que olvidar, sin embargo, que la libertad, como lo decía Don Quijote y como lo sabía José Joaquín de Olmedo, no es una condición estática ni peor aún permanente. Es un estado ideal por el que debemos luchar a diario, pues los totalitarios, los tartufos y los colectivistas jamás descansan en su interés de arrebatarnos nuestras libertades individuales ya que aquella es la fuente de su poder. Así que a diario debemos escoger entre ser -como diría José Ingenieros- simple bazofia humana entregada a los caprichos del Leviatán o, siendo rebeldes a la mediocridad, poner nuestra proa visionaria hacia la excelsitud de la libertad.

Confío en que los guayaquileños de hoy tenemos más el espíritu libre de un Olmedo, un Villamil, un Antepara o un Febres Cordero que el de un borrego dócilmente entregado al pastoreo colectivista, pues somos la estirpe de aquellos verdaderos madera de guerrero que hace 200 años un 9 de Octubre de 1820 exclamarían jubilosos; “Saludemos gozosos en armoniosos cánticos esa aurora gloriosa que anuncia libertad, libertad. ¡Libertad”!

¡Hasta la próxima!