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¿Hay futuro para la juventud?

Avatar del Guillermo Arosemena

"…nuestra generación, que se acerca a los 80, fracasó; no pudo hacer ni siquiera cambios mínimos"

La mayoría de los columnistas de diarios del país tienen meses escribiendo sobre el decadente estado de Ecuador que no para de descender en un pozo lleno de corrupción, incapacidad de gobernanza, anarquía, incompetencia en el control de la delincuencia, colosal deuda pública, etc. Tenemos déficit de lo que necesitamos y ‘surplus’ de lo que perjudica al país, como exceso de partidos y movimientos políticos, exceso de burocracia, etc. No sirve el esfuerzo de los preocupados ciudadanos dando sugerencias para lograr cambios mínimos y que la nación deje de ser Estado fallido; nadie los escucha. Vivimos en una sociedad de sordos.

Si existiera un indicador para medir todo lo malo de un país, Ecuador estaría entre los primeros puestos, ídem en índice de corrupción. Ecuador es un país de jóvenes que ven muy obscuro el futuro. Con ese macabro perfil de nuestro país, ¿podemos sentirnos orgullosos de ser ecuatorianos?

Si se hiciera una encuesta a nivel de la juventud de todas las clases sociales y se les preguntara si les gustaría vivir en el exterior, casi con toda seguridad la mayoría contestaría favorablemente. En los últimos 20 años se ha dado una impresionante fuga de profesionales. El que sale a estudiar al exterior no quiere regresar. ¿Para qué hacerlo, si cuando regresa recibe una fracción de lo que puede ganar afuera? Nuestro futuro es cada vez más tenebroso.

Lo único que une a nuestra sociedad es haber nacido en esta tierra. En lo demás cada estamento pelea por su espacio. Ecuador tiene un inmenso muro de lamentos, más grande que el de Jerusalén. Se desconoce la importancia de los acuerdos y los muy pocos que existen, no se cumplen. El poder embriaga a quienes ocupan elevados cargos en el sector público y hace a profesionales con inteligencia, actuar sin usarla; proceden muy diferente que en la vida privada. El poder los trastorna, pierden la cordura.

Por cada noticia favorable hay diez desfavorables. Estamos empantanados, la arena movediza nos va absorbiendo. Debo admitir que nuestra generación, que se acerca a los 80, fracasó; no pudo hacer ni siquiera cambios mínimos.