La primera semana

"De nuevo aire fresco al comenzar un nuevo periodo gubernamental. Hay que hacer un esfuerzo común para que siga soplando"
No se imaginen los estimados lectores que voy a intentar un monitoreo semanal del gobierno recién iniciado. De vez en cuando sí. Como ahora, pero porque deseo reseñar algunas cosas, a modo de un mosaico, de diversos acontecimientos trascendentes.
Parto con la conmemoración de la Batalla del Pichincha. Nunca, de lo que recuerdo, mejor celebrada: cambio de mando y un discurso presidencial alentador pese a las críticas de que no fijó posición en asuntos claves tal cual el manejo de la economía, pero sí respecto a libertades; con una mujer amazónica en la presidencia de la Asamblea, en hermoso reconocimiento de género y como homenaje a su decidida lucha contra el despotismo con PhD y corrupción. Buena intervención oratoria también.
Elaborados decretos a día seguido. Devolución de su condición de sujetos de crédito a miles de compatriotas. Código de ética de los funcionarios públicos. A propósito, y sin ánimo de dañar el buen sabor, creo que generalizado respecto a cómo van las cosas, inquieta en Guayas el retorno, en cargos vinculados al ministerio de Salud, de funcionarios que no eran precisamente paradigma de los altos propósitos del arriba mencionado cuerpo legal.
Cuidado por manejarse con equipo conocido la ministra de Salud se inaugura con elementos que algunos observadores del sector tienen razones para repudiar. De momento, aprovecho la mención para desearle a ella, al colega vicepresidente y a todos los involucrados en el tema, total éxito en la vacunación. Su apropiado manejo será éxito de toda la nación. Por ello, cabe pensar en cómo no dejar fuera de la inoculación a los extranjeros que no están en los padrones electorales y a los menores de dieciséis años, que ahora incluso disponen de vacunas adecuadas para su edad.
Me paso al viernes, me acuerdo del 28 de Mayo de 1944 y de un personaje fundamental de esa fecha con el que la historia ha sido ingrata: Francisco Arízaga Luque. Van a ser ochenta años desde entonces y el tiempo transcurrido permite cierta objetividad. Convendría desmenuzar su real significación en la construcción democrática del Ecuador.