Fernando Insua: ¿Gobernar sobre cenizas?
Es asombroso que una vicepresidenta no busque ni en lo más mínimo mantener un grado de continuidad administrativa
“No sabes quién soy yo, deja que llegue al puesto y verás lo que te pasa”. Problemas en la seguridad, problemas de gestión, problemas de gobierno: todo puede ser causado por la pelea y la revancha. Siempre me consideraré defensor de la Constitución y la ley pero, ¿qué pasa cuando los pueblos se ven forzados a estar ‘entre las cuerdas’? ¿Qué pasa cuando las alternativas que le quedan a un país no pasan por la legalidad actual?
En su momento defendí a la vicepresidenta. Nadie niega que el parapeto jurídico que se usó para sancionarla y desplazarla del poder fue sacado de un sombrero de mago. Pero si hay algo en lo que ciudadanos y ciudadanas opositores a Noboa y gobiernistas parecen coincidir, al menos en gran parte, es que la vicepresidenta no se ‘ayuda’. Cada vez que interviene con alguna pomposa declaración sobre cómo sería y qué decisiones tomaría en su gobierno de ‘semanas’, lejos de dar paz, genera incertidumbre.
La posibilidad de su gestión evoca la sensación de que ‘el fin justifica los medios’, especialmente por la forma en que fue desplazada del poder. Solo imaginarla tomando decisiones desde el palacio genera temor. No se puede gobernar ni hacer promesas de todo tipo basándose únicamente en: todo lo que haga el presidente, lo tumbo o lo haré mejor. Desde bajar impuestos, remover ministros, derogar leyes o dar indultos, el discurso parece centrarse en desarmarlo todo a su imagen y semejanza, para que luego, una vez reinstaurado Noboa en el poder, toque rearmar todo nuevamente.
Es asombroso que una vicepresidenta no busque ni en lo más mínimo mantener un grado de continuidad administrativa o de seguridad. Asombra ver que no tiene ni un solo punto en común con el presidente, o al menos así lo deja entrever. Es conocido el terrible conflicto interno entre ambas partes, pero el país no debe pagar por ello.
Hoy puede que no haya luz, pero tampoco debemos permitir que gobiernen las sombras. En muchos sujetos políticos la revancha se percibe como el motor para alcanzar el poder, pero de ahí no se obtiene nada. No se puede quemar un país para gobernar sobre sus cenizas.