Columnas

Soledad sobre ruedas

"Lo que está ocurriendo con la transportación citadina, que incluye buses y colectivos que, por disposición de las autoridades de tránsito, cumplen su recorrido a lo largo y ancho de la ciudad en medio de restricciones"

De acuerdo al viejo diccionario Larousse, el concepto de soledad es el estado o circunstancia de estar solo. Esto quiere decir sin nada o sin nadie. O sea la singularidad llegada a su punto extremo. Es decir, la soledad de los poetas que se encierran en su única persona, la de los ermitaños que huyen de los lugares poblados o la de los perseguidos por los jueces o por los acreedores que no quieren pagar ni sus culpas ni sus deudas.

Pero ahora me voy a referir, como lo señalo en el título del presente artículo, a la soledad sobre ruedas. En este caso en particular, a lo que está ocurriendo con la transportación citadina, que incluye buses y colectivos que, por disposición de las autoridades de tránsito, cumplen su recorrido a lo largo y ancho de la ciudad en medio de restricciones y que por varias causas muchas veces van vacíos o con un reducido número de usuarios.

Vivo en la ciudadela Urdesa Norte, precisamente en la calle principal, que es la avenida primera, por la cual les toca pasar a los buses de cinco líneas. Y dentro de esta prisión domiciliaria a que me tiene sometida la cuarentena producto de la pandemia del COVID-19, suelo sentarme en el espacio exterior de mi vivienda, lo que me permite ver a cada momento el pasar de estos transportes públicos en los que solía embarcarme cuando la ausencia del virus me permitía transitar sin ningún peligro por las calles de la urbe porteña. Y es así como observo a cada instante pasar a estos automotores puestos a servicio de la comunidad en la más grande soledad, esto es en la mayoría de los casos sin ningún pasajero o solamente 2 o 3 usuarios y, cuando tienen un poco de suerte con un máximo de ocho o diez. Y pare de contar.

Ante esta situación, porque los usuarios están recluidos en sus hogares o por las decenas de miles de desocupados (sin un dólar de remuneración) los empresarios del transporte han solicitado, sobre todo en Quito y en Guayaquil, que por los menos se autorice el aumento del precio de los pasajes en cinco centavos por persona. Esto para poder cubrir en algo los gastos a que están obligados, ya por el combustible, los sueldos para los choferes, además del pago que tienen que hacer en las cuotas mensuales por la adquisición que hicieron de los vehículos.