Columnas

Salvemos a la generación COVID

Ahora los gobiernos nacionales y la comunidad internacional deben intensificar acciones colectivas para conseguirlo.

La tan repetida idea de que la COVID-19 es «el gran igualador» es un mito. No hay igualdad de sufrimiento o sacrificio durante una pandemia que afecta sobre todo a los más pobres y vulnerables. Y aunque los ancianos con menos recursos se han llevado una cuota mayor del daño, la pandemia ha generado una crisis educativa inédita que está afectando sobre todo a los niños más pobres y creando una generación que aprenderá menos. Los confinamientos y otras medidas de distancia social obligaron a cerrar escuelas en todo el mundo, lo que en el peor momento alcanzó unos 1.600 millones de niños. Los más pudientes tuvieron acceso a alternativas (estudiar a través de Internet) que no están al alcance de los más pobres. Esto retrasó la educación de los niños más desfavorecidos del mundo (para quienes es la única forma de salir de la pobreza) y aleja todavía más el ODS 4 de garantizar educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos a más tardar en 2030, objetivo que ya no se cumplía antes de la pandemia. Esta restringirá todavía más los presupuestos educativos; con tasas de crecimiento inferiores o negativas, se reducirán los ingresos fiscales disponibles para la provisión de servicios públicos. El gasto esencial urgente en salud y redes de seguridad social tendrá precedencia. El aumento de la presión fiscal en los países desarrollados reducirá las partidas de ayuda internacional al desarrollo. Así, el modo más rápido de liberar recursos para educación es el alivio de deuda. En los próximos dos años, los 76 países más pobres tienen vencimientos por $ 106.000 millones. Los acreedores deben condonar estos pagos con condición de que el dinero se reasigne a educación y salud. Al mismo tiempo, hay que aumentar los recursos de instituciones financieras multilaterales y de los bancos regionales de desarrollo. El FMI debe emitir $ 1,2 billones en derechos especiales de giro y canalizarlos a los países que más los necesitan. El Banco Mundial debe liberar más recursos mediante reprovisión de fondos a la Asociación Internacional de Fomento para países de bajos ingresos, y el uso de garantías y subvenciones de donantes voluntarios como Países Bajos y Reino Unido, que están dispuestos a liberar miles de millones de dólares en financiación adicional para apoyar la educación en países de ingresos medios inferiores, a través del instrumento Facilidad Financiera Internacional para la Educación. Diversas ONG y organizaciones internacionales de educación comenzarán campañas de «regreso a la escuela». La campaña Save Our Future busca promover una reconstrucción mejorada en vez de la restauración del ‘statu quo’ previo a la pandemia. Eso implica modernizar aulas y programas de estudio, implementar tecnologías eficaces y colaborar con los docentes en la provisión de enseñanza personalizada; la mejora de las condiciones edilicias y la provisión de comidas escolares. Save the Children sumará una campaña de movilización de bases para pedir un alivio de deudas que libere fondos para educación. La generación COVID ya sufrió demasiado. Es hora de que la comunidad internacional dé a los niños las oportunidades que merecen. Pese a los desafíos inmensos, seguimos comprometidos con que esta sea la primera generación de la historia en la que todos los niños estén en la escuela aprendiendo. Ahora los gobiernos nacionales y la comunidad internacional deben intensificar acciones colectivas para conseguirlo.