Gestos vacíos sobre el cambio climático

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El dinero ahorrado en comida vegetariana más barata se destina a bienes y servicios que causan emisiones de gases de invernadero adicionales.

Utilizar bombillas más eficientes, lavar la ropa con agua fría, comer menos carnes. Reciclar más y comprar un coche eléctrico: constantemente los activistas del clima, los ambientalistas y los medios de comunicación nos dan instrucciones sobre cómo podemos enfrentar el cambio climático en nuestro día a día. Por desgracia, parecen así trivializar el reto del calentamiento global y desviar nuestra atención de los enormes cambios tecnológicos y de políticas necesarios para combatirlo. Incluso si desenchufa consistentemente su cargador por año, la reducción resultante de emisiones de dióxido de carbono sería equivalente a menos de la mitad de un milésimo de las emisiones de CO2 de un ciudadano promedio en el Reino Unido. 

Los activistas por el medio ambiente enfatizan la necesidad de renunciar a comer carne y a conducir coches a gasolina, pero si bien yo mismo soy vegetariano y no poseo un coche, creo que debemos ser honestos sobre lo que pueden alcanzar esas opciones. Convertirse en vegetariano es bastante difícil: un estudio a gran escala realizado en EE. UU. indica que 84 % fracasa, la mayoría en menos de un año. Pero un estudio sistemático con revisión de pares ha mostrado que, incluso si lo logran, una dieta vegetariana reduce las emisiones individuales de CO2 en 540 kg, o apenas 4,3 % de las emisiones del habitante promedio de un país desarrollado. Y existe un “efecto de rebote”, pues el dinero ahorrado en comida vegetariana más barata se destina a bienes y servicios que causan emisiones de gases de invernadero adicionales. 

Convertirse en vegetariano por completo reduce las emisiones totales de una persona en apenas 2 %. Y los coches eléctricos se presentan como amigables con el medio ambiente, pero la generación de la electricidad con que funcionan casi siempre implica quemar combustibles fósiles. Y fabricar baterías de uso intensivo de energía para estos coches genera emisiones de CO2 importantes. 

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), un coche eléctrico con un rango de 400 km tiene un enorme déficit de carbono cuando sale de la fábrica y comenzará a ahorrar emisiones solo después de los 60.000 km. Y casi en todos lados la gente usa el coche eléctrico como segundo coche, y lo conduce por distancias más cortas que los coches a gasolina equivalentes. Pese a los subsidios de cerca de $10.000 por unidad, los coches eléctricos representan menos de un tercio del 1 % de los mil millones de vehículos existentes en el mundo. Pero como señaló Fatih Birol, director ejecutivo de la AEI, “Si piensa que puede salvar el clima con coches eléctricos, se equivoca por completo”. En 2018, estos permitieron el ahorro mundial de 40 millones de toneladas de CO2, equivalentes a reducir las temperaturas globales en apenas un 0,000018°C para fines de siglo. 

La prosperidad humana se sostiene en una energía barata y fiable. Los combustibles fósiles satisfacen 81% de nuestras necesidades energéticas mundiales. La AEI estima que para 2040 -tras haber gastado $3,5 billones en subsidios adicionales- la energía solar y eólica seguirá cubriendo menos del 5% de nuestras necesidades. Para abordar el cambio climático debemos hacer cambios como colectivo a una escala sin precedentes. La única y gran acción individual que los ciudadanos podrían adoptar para marcar una diferencia sería exigir un vasto aumento de la financiación a la investigación y el desarrollo de energías verdes, de modo que estas se vuelvan lo suficientemente baratas como para competir con los combustibles fósiles. Esa es la verdadera manera de ayudar a combatir el cambio climático.

Bjorn Lomborg. Profesor visitante en la Escuela de Negocios de Copenhague, es director del Centro del Consenso de Copenhague.