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Apátridas y patrioteros

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Si bien parece que lo peor de la emergencia sanitaria ya pasó, no hay cómo quejarse. Es entendible que la pompa y la algarabía hayan faltado, cuando una crisis tras otra nos han quitado los recursos y el ánimo con qué celebrar.

Con mucha más pena que gloria, el Ecuador conmemoró el bicentenario de la gesta del Pichincha. Un segundo aniversario perdido en poco tiempo, después de que el bicentenario de la Revolución de Guayaquil fuera estrangulado por los fracasos de su organización y rematado por la pandemia.

Si bien parece que lo peor de la emergencia sanitaria ya pasó, no hay cómo quejarse. Es entendible que la pompa y la algarabía hayan faltado, cuando una crisis tras otra nos han quitado los recursos y el ánimo con qué celebrar. Lo que no podemos permitirnos es dejar pasar este momento histórico sin reflexión alguna. La reciente controversia sobre la obra de Okuda San Miguel en Quito nos puede ayudar.

Mucho se puede discutir sobre el tan rápidamente célebre como infame Pikachu de Llano Grande, pero podemos concentrarnos en un argumento de su defensa: que ya es hora de dejar de ponderar tanto a los próceres y sus mitos. Para quienes piensan así, este roedor eléctrico es un prócer por derecho propio que ha venido desde Japón, de manos de un español, para emanciparnos de los fantasmas de nuestros emancipadores. Da igual que el artista haya puesto un pokemon o un digimon, lo que importa es que no haya sido otro mural del viejo expresionismo andino y que no se hayan aparecido ni el Libertador ni el Héroe Niño.

En principio es fácil simpatizar con tales sentimientos, si solo pensamos en el patrioterismo que rechazan y no en los conceptos y eventos que yacen detrás. Porque si simplemente nos quedamos en las declamaciones cansinas de los actos cívicos y en la historiografía de las láminas escolares, cualquiera prefiere las formas y símbolos más trillados de la cultura pop.

Sin embargo, no sería justo ni provechoso pretender que las investigaciones obsoletas o el romanticismo de nuestras aulas hayan agotado el valor de la memoria del proceso independentista. Peor aún pensar que no hay heroísmo ni importancia en nuestra historia porque Abdón Calderón no murió en el campo de batalla, el Primer Grito no fue tan independiente y el ejército realista resultó menos ibérico de lo que nos contaron.

No dejemos que el patrioterismo nos haga apátridas.