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El negocio de los partidos políticos, explicado

Avatar del Carlos Andrés Vera

Hay que investigar la forma en que los partidos truchos presentaron sus firmas y a partir de ahí eliminarlos. Sería un primer paso para recuperar, en algo, el sentido de la buena política

Intentaré explicar el origen y la solución al oscuro negocio de los partidos, con la simplicidad que esta breve columna demanda.

Para crear un partido o movimiento que sea reconocido por el CNE, hay que recoger miles (a veces cientos de miles) de firmas. Se trata de una tarea muy complicada porque demanda un equipo logístico (brigadas, movilización, alimentación, etc.) que cuesta mucho dinero y porque necesitas ciudadanos que te apoyen. O sea, partidarios. Hay que decirlo: la mayoría de partidos y movimientos que verás en la próxima papeleta no hicieron ese trabajo. Lo que hicieron fue comprar bases de datos y usar tu firma sin tu consentimiento. Sí, tu firma, la de tus padres, la de tus hijos, probablemente constan en el CNE como adherentes del movimiento ‘Liberen a los patitos’ y ni te has enterado.

Una vez creado el partido que nadie apoya ni conoce pero que tiene cien mil adherentes reconocidos por el CNE, el dueño del partido tiene muchas formas para que el dinero empiece a ingresar en sus arcas personales. Una forma: vender candidaturas. ¿Quieres ser alcalde? Cuesta cien mil. ¿Concejal? Treinta mil. Otra forma: pasarles una lista de contratistas a las dignidades que hayan sido elegidas. Es decir, “cuando seas autoridad, me pagas contratando a mis panas del vóley”. Otra forma: quedarte con un porcentaje de la comisión de agencia de la pauta que paga el Estado. En varios casos, dependiendo del número de candidatos, el aporte del Estado para un partido puede contarse en millones de dólares. La comisión de agencia suele ser del 15 %.

Esto explica por qué vemos hoy tantos candidatos (incluso de tendencias iguales) lanzarse a la misma dignidad. Los partidos políticos son hoy un negocio en el que ni siquiera es necesario ganar para ver los dólares entrando.

¿Solución?

Cientos de miles de ciudadanos son adherentes de un partido por el que nunca firmaron. Hay que investigar la forma en que los partidos truchos presentaron sus firmas y a partir de ahí eliminarlos. Sería un primer paso para recuperar, en algo, el sentido de la buena política.