Salvemos a la juventud y a la niñez

Desde esta columna de opinión nos permitimos plantear dos soluciones que no son difíciles de llevar a la práctica
Un problema muy grave que compromete el futuro de las generaciones de hoy es el relacionado con el uso que las mafias narcodelictivas y el crimen organizado hacen al utilizar a los menores de edad en el papel de sicarios, a sabiendas que por su edad son inimputables, motivo por el cual no pueden ser juzgados ni condenados penalmente. La obra que le corresponde al Estado, esta sí al estado, es la de salvar a esta juventud y a esta niñez. Son los organismos públicos los que, en lugar de permanecer todo el tiempo con la mente puesta en la desestabilización del orden constituido, utilizando para ello todos los mecanismos equivocados, deben en algún momento pensar y actuar en función de país. Para ello deberían unirse y encontrar fórmulas coherentes que den resultados positivos.
Desde esta columna de opinión nos permitimos plantear dos soluciones que no son difíciles de llevar a la práctica. Una de ellas, que les corresponde llevarla a cabo tanto a la Función Ejecutiva y a la legislativa, es la de terminar con la criminal tabla de consumo mínimo de drogas, que es la puerta abierta para que jóvenes y niños las usen en escuelas, colegios, esquinas de los barrios. Esto debe acabarse. No hay nada que justifique esta absurda medida introducida por el correísmo.
La otra medida debería ser construir escuelas de reeducación para menores, como la que existe en Guayaquil en la calle Gómez Rendón y Babahoyo, a donde van los menores a buscar su reintegro a la sociedad a base de trabajo. Para ello deberán instalarse talleres para darles ocupación a los niños y jóvenes para que trabajen, y que aquello que trabajen lo vendan y se abran cuentas de ahorro para que cuando egresen cuenten con algún dinero para continuar sus vidas. De la misma manera que se construyen cárceles de alta seguridad a costos elevados, igual debería hacerse para salvar a la juventud construyendo escuelas de reeducación. Es hora de encontrar líderes políticos que piensen en el país. ¿Cuándo podremos decir que tenemos estadistas? Hasta ahora el Ecuador no ha oído a ningún encantador de serpientes plantear a fondo soluciones para este gravísimo problema. Modestamente aportamos con algo.