Una tradición perdida y un país sin gobernante

El presidente se pasa viajando a distintos lugares, olvidando que el país en general necesita el respaldo y voluntad de un gobierno que, aunque transitorio, debe preocuparse por sus habitantes, quienes lo eligieron para gobernar a este sufrido país.

Muchas veces se ha comentado en Guayaquil acerca de la antigua ley que todos los años se ponía en práctica: antes de las fiestas de octubre los propietarios, principalmente de edificios, debían pintarlos. El objetivo: darle más vistosidad a la ciudad, ya que para esa fecha a más de sus habitantes venían turistas de otras partes del Ecuador a vacacionar, ver los desfiles y en general lo que el Municipio de Guayaquil prepara como homenaje a los días de octubre. Eso se hizo una tradición que gustaba a muchos de los visitantes y habitantes de la ciudad y lo más importante, no costaba ni un centavo al Municipio; si no lo hacían recibirían una multa por su incumplimiento. La tradición se canceló debido a que los propios municipios no lo imponen, perdiendo la ciudad su vistosidad. El cambio experimentado por ella en los últimos años debido a la pandemia, las marchas indígenas y la falta total de fortaleza del gobierno actual ha provocado el aumento de inseguridad y falta de trabajo, ante el temor de invertir en diferentes negocios por no estar seguros de hacerlos prosperar, como en otros tiempos sucedía. El presidente se pasa viajando a distintos lugares, olvidando que el país en general necesita el respaldo y voluntad de un gobierno que, aunque transitorio, debe preocuparse por sus habitantes, quienes lo eligieron para gobernar a este sufrido país.

Ing. Édgar Diminich M.