Del rigor y la necesidad de la ciencia

Los registros en que de súbito incurrió el Gobierno frente a los avances de la COVID-19 corresponden a la aplicación de la epidemiología que inaugura los esfuerzos por evitar la epidemia. Sin embargo, cabe aclarar que solo la práctica cabal de su metodología es capaz de producir conocimiento fiable y que cualquier intento por derivar de ella políticas de salud pública es fútil si alguno de sus eslabones flaquea, e. g.: el exclusivo diagnóstico a pacientes con síntomas de extrema gravedad, las líneas de tendencia acumulada con las que cada boletín finge una epidemia en retroceso, el entorpecimiento y el desamparo de la ciencia nacional. Los resultados espurios con los que una investigación así conducida tropieza y los estragos sociales que causa, hacen eco de lo que Miguel Donoso Pareja advertía en Ecuador: ¿Identidad o esquizofrenia?, viz.: “no tuvimos desarrollo cultural, científico y tecnológico porque nuestra iniciativa privada y el Gobierno no entendieron (ni entienden) que esa era (es) una gran inversión, (...). Un artículo aparecido en la revista Vistazo del (07/03/02), que firma José R. Varea Terán subraya que en el Ecuador ‘la ciencia y la tecnología han estado más que relegadas, lo que ha repercutido en nuestro desarrollo socioeconómico’, (...) que ‘los gobiernos de este país han destinado para la Ciencia y Tecnología un presupuesto que ligeramente ha bordeado el 0,16 % del PIB”. En esa misma revista, 17 años después, otra nota reporta que “Ecuador tiene un problema en cuanto a la inversión: solo se dedica a investigación y desarrollo el 0,.4 % del PIB” (apenas 0,24 puntos más) y un anticipo de la vigente calamidad: “que Ecuador necesita cambiar ‘drásticamente’ porque, si no, un futuro ‘drástico, complejo y oscuro’ podría darse”. Las soluciones disponibles para nuestro país no son las mismas que las del resto: difieren nuestras demografías, nuestras burocracias, nuestras finanzas. El delicado equilibrio entre salud y economía que hoy nos urge requiere el ágil y sostenido desempeño de especialistas con entrenamiento acorde al Ecuador. Ante la escasez o inoperancia de las mencionadas herramientas no es inconsecuente el embotamiento. Nuestra historia política es prólogo de nuestra tragedia sanitaria. El futuro que nos aguarde será juez de nuestro aprendizaje.

José Javier Echeverría