La pandemia, el Gobierno y los municipios

Lo que sucede en nuestro país es para Ripley. Un gobierno que a través del Ministerio de Salud tiene la competencia constitucional exclusiva de la salud del pueblo prevista en el art. 260, numeral 6, de la Constitución, cuando se sintió impotente frente a la pandemia de COVID-19, delegó a los COE cantonales y por ende a los municipios que tomen a su cargo las acciones de salvataje de la población frente a la pandemia, asumiendo todos los riesgos y gastos con sus limitados recursos para hacerlo, en adquisición de pruebas rápidas y PCR para las casas de salud del Gobierno que no las poseían, y con kits alimenticios para la población que se abstuvo de trabajar para evitar contagios, como dispuso el mismo Gobierno. Esos valores y recursos invertidos por los municipios para salvar las vidas de miles de compatriotas, el Gobierno debe sumarlos a la deuda que tiene con los GAD, que de sus escuálidos ingresos tuvieron que afrontar los gastos para contrarrestar la pandemia. De esta supuesta deuda nadie dice pío, ni el Gobierno, ni los candidatos finalistas a la Presidencia, que desconocen la realidad nacional. Pero ahora que los GAD municipales, para evitar más muertes de sus habitantes, desean importar directamente las vacunas ante la indolencia del Gobierno y su presidente que no tuvo la visión de un verdadero estadista como los de Chile, Colombia, Israel, EE. UU., entre otros, que se adelantaron a adquirir la producción de vacunas para salvar a sus pueblos, el Gobierno de Ecuador, vergüenza ajena, no quiere aprobar la licencia a los municipios, aduciendo ahora sí que es su competencia y del Ministerio de Salud, poniendo trabas que los gobiernos municipales ya han cumplido, pero para nada. Ni siquiera se cumple una sentencia de juez competente disponiendo se publique la lista de vacunados con las incipientes cantidades de vacunas llegadas al país e incumpliendo la Ley de Transparencia y Control Social. Las Cortes brillan por su ausencia e indolencia y los asambleístas están dedicados a tapar el sol con un dedo por su ineficacia.

Gustavo Chiriboga Castro