La muerte de un país

Bernardo Stamateas en su libro Gente tóxica, dice: la muerte de un país es la ignorancia. Con la ignorancia es imposible tener democracia porque no tenemos capacidad de elegir. Votan los analfabetos, los presos, que perdieron derechos civiles; votan menores de 16 años, que no son responsables ante la ley. El CNE no restringe la vigencia de un partido político donde casi todos sus dirigentes están presos y ahora ellos tienen la mayoría en la Asamblea. Allí 30 asambleístas tienen glosas de Contraloría, y dos o tres están procesados por pedir dinero a sus colaboradores; muy pocos asambleístas son abogados. La oposición quiere mantener los subsidios a los combustibles, pero no le dicen al Gobierno cómo debe obtener el dinero para pagarlos. La propuesta de “libre contratación” del presidente Lasso la vetan las organizaciones indígenas, que son los que más emigran; de igual manera, los sindicatos por defender sus derechos. No les importa que 3 millones de ecuatorianos estén condenados a la informalidad.

El Estado no debe seguir pagando sueldos, y estar manteniendo empresas que Correa incautó. Lo lógico sería que las devuelvan a sus dueños y si estos no las quieren, permitan que se vendan. Hay montones de funcionarios de Correa de libre remoción que se las han arreglado para hacer carrera administrativa. Si la oposición dice que paguen los ricos, un día los ricos se van a cansar, van a cerrar sus negocios y a salir del país. Y ya no habrá trabajo para nadie, como en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Los ecuatorianos no podemos permitir que el presidente Lasso fracase, todos votamos para que no regrese el socialismo del siglo XXI. Si el presidente Lasso fracasa, la Conaie y Pachakutick ya no van a tener que ir a quemar Quito, la van a tener más difícil, porque tendrán que caminar tres mil kilómetros y ver si llegan a Estados Unidos después de enterrar al país.

Juan Orús Guerra