Amor en tiempos de cascabel
Al terminar esta historia escuché a lo lejos los cascabeles de un trineo, le dije que era Santa visitando un establo en Belén.
En vísperas de Navidad, un hijo mío escribió una carta con este encabezado: Querido Superman. Lo interrumpí: - ¿cómo así Superman y no Papá Noel o el Niño Dios? - Me dijo: -A Papá Noel y al Niño Dios no los he visto. -¿Y a Superman? - le dije. -A ese sí lo he visto volar -me contestó. -Ah, pero Papá Noel también vuela- le dije, en trineo. -Los renos no vuelan. -Pero Superman tampoco vuela, es mentira de Hollywood- refuté. Se quedó pensativo y me dijo: -Pero tiene vista de Rayos X y poderes; le gana a Papá Noel y a cualquiera. Hasta allí yo estaba tranquilo; no había despotricado contra el verdadero dueño de la Navidad: Jesús. Pensando cómo explicárselo dije: -Hace muchos años, en una pequeña aldea llamada Belén de Judá, nació un niño fuera de serie, que se volvería más poderoso que Superman: el Salvador. Todos los reinos y naciones se rinden ante él. No necesita volar; está en todas partes en espíritu y al mismo tiempo. Eso ni el hombre de acero lo puede igualar. No necesita rayos X, puede estar dentro de ti y saber todo lo que estás pensando y sintiendo. No necesita mirar fijamente un objeto para derretirlo, derrite con su mirada a los hombres más duros y caen postrados a sus pies. -¿Y Papá Noel? -me interrumpió. -Él trae juguetes, el Niño Dios no. Me costó encontrar la respuesta correcta: -¿Qué regalos le pedirías a Papá Noel? -Quisiera unas herramientas: martillo, serruchos... cuando sea grande quiero ser carpintero. -¡Qué coincidencia, Jesús era carpintero! -le dije. -También un juego de médico, quiero ser doctor para salvar vidas. -¡Otra coincidencia! Jesús también salva muchas vidas, el cuerpo y el alma - le comenté. -Y me gustaría un camión de bomberos, para apagar el fuego. -¡Más coincidencias! Jesús nos salva del fuego eterno. Llegó el momento cumbre: -Papá, quiero conocer a Jesús... y ser como él. A cada uno le corresponde presentar a Jesús a sus niños (y a alguno que otro grande). Tenemos que volver a sentir la magia de la Navidad para recibir a Jesús en nuestro corazón. Al terminar esta historia escuché a lo lejos los cascabeles de un trineo, le dije que era Santa visitando un establo en Belén.
Roberto Montalván Morla