Crítica de cine: Elio, ¿magia visual suficiente para salvar un guion irregular?

Elio Solís tiene 11 años, es huérfano y lo está criando su tía Olga, mayor del ejército estadounidense. El chiquillo está convencido de que no encaja en este mundo. Es de ascendencia dominicana-mexicana y sufre de acoso escolar. 

Su hobby, al igual que viene sucediendo desde siglos atrás, es el querer saber si existe vida humana en otros planetas.

En una noche de playa, experimentando, se encuentra involuntariamente teletransportado al Comuniverso (organización interplanetaria representante de todas las galaxias).

Al escucharlos, acepta, sin dudarlo, una épica misión. El problema es que lo han identificado, por error, como embajador del asteroide Tierra y sin preparación alguna para esa clase de ímpetus. Elio deberá forjar nuevos vínculos con excéntricas formas de vida y seres extraterrestres, de navegar por una crisis de proporciones intergalácticas y descubrir, de alguna forma, cuál es su destino.

Elio, la crítica de Jorge Suárez

Con tres directores (Madeline Sharafian, Adriano Molina y Domee Shi), Pixar estrena mundialmente su Elio, una aventura de ciencia ficción con algo de comedia y emociones que vivirán los espectadores trasladados a un cosmo de fantasía deslumbrante. Puede que no sea Coco (2017), pero tampoco se trata de buscarle la quinta pata al gato.

Los personajes ‘humanos’ son mayoritariamente hispanoamericanos. Ojalá que los críticos foráneos olviden los devaneos racistas y no abran senda paralela a la última versión de Blanca Nieves y los siete enanos, filme que motivó análisis llenos de prejuicios raciales y no de opiniones cinematográficas. 

Que no se vuelva a caer en esa trampa. Aunque sí deba informar que el temple de Elio no agradará a todo el mundo. ¿Por qué lo escribo? Porque el muchachito es algo irrespetuoso, pero, ¿no es así todo chicuelo a esa edad?

Voy a lo positivo: los dibujantes digitales de Pixar han creado una obra visual llena de espectacularidad, empezando por ciertos personajes concebidos a través de algunas especies marinas. 

Por ello emerge Cresta, imagen basada en el molusco llamado popularmente bailarina española por la forma en que se mueve en el agua cuando se aparta de los arrecifes que usualmente habita. Verla en pantalla es ver efectivamente a una bailarina clásica, no hispana

 Su color rojizo juguetea sobre el azul celeste y, al hacerlo, trae a la mente eso que escribió Medardo Ángel Silva (1898-1919) en su poema Danse D’Anitra, cuando Anna Pavlova se presentó en Guayaquil durante 1917.

También están Lord Glordron, Grigon, que se dibujan inspirados en orugas y ajolotes, llamados también salamandras mexicanas, especie anfibia en peligro de extinción. 

Sobre estas concepciones podría seguir escribiendo indefinidamente, pero mejor es detenerse y trabar nuevos diálogos sobre su Comuniverso que es, en esencia, lo más deslumbrante de este largometraje (1:39 horas).

Primero están los objetos: uno de ellos, la computadora líquida, toda envuelta en penetrante celeste y un maquinar que suena futurista pero que en cinco años tendrán posible fingimiento. 

Los fondos de pantalla multicolores deslumbran en todo momento, pues la orgía de colores arrebata la visión por la audacia con que son mezclados y con ello generan una total seducción.

Los alienígenas obesos y de dos o tres filas dentales semejan monstruos del infierno y sus alfiles son bases de terror que impactan, pero no asustan por la magnificencia de su puesta en escena. 

Finalmente escribo: cinta que absorberá a grandes y pequeños, por lo tanto familiar, llena de acción mesurada y un regalo visual para todo el mundo. La secuencia final, llena de sentimientos encontrados, es un acierto.

• Calificación: * * * *

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!