
Camila Gil: más allá de la música, una voz poderosa por la visibilidad y los derechos
Más allá de su éxito como DJ, Camila Gil dedicó su vida a impulsar la igualdad y la inclusión trans en Colombia
Camila Gil fue mucho más que una DJ. Activista, creadora, pionera y una voz valiente por la visibilidad y los derechos de las personas trans en Colombia, su legado sigue vivo en cada espacio que ayudó a transformar. Falleció el 4 de junio de 2025.
Desde la música hasta el activismo, Camila tejió una trayectoria marcada por el coraje y la autenticidad. Convirtió su visibilidad en una herramienta de cambio, acompañando causas sociales, impulsando espacios inclusivos y alzando la voz por quienes aún enfrentan barreras para ser escuchados. Fue una figura inspiradora, dentro y fuera de la cabina.
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Camila Gil no solo mezclaba beats. Mezclaba causas, voces, luchas y sueños. Reconocida como una de las DJs trans más influyentes de la región, su carrera musical fue solo una de las tantas formas en que expresaba su mensaje: que la autenticidad es una forma de resistencia y el arte, una poderosa herramienta para transformar realidades.
¿Quién era Camila Gil?
Desde muy joven, Camila entendió que ser visible no era suficiente: había que usar esa visibilidad para abrir camino a otros. Participó activamente en procesos de incidencia política y formación comunitaria. Fue parte de iniciativas como el laboratorio de activismo digital Megáfono y trabajó de la mano con ONU Mujeres, el Ministerio del Interior de Colombia y organizaciones internacionales que buscaban elevar las voces de juventudes diversas.
En su perfil como activista, se destacaba por su enfoque creativo. Usó la música, las redes sociales y la producción audiovisual para educar, visibilizar y generar conversación sobre temas como los derechos de las personas trans, la participación política de las mujeres, la salud mental y la discriminación estructural.
Camila también asesoró espacios institucionales desde el Viceministerio de Juventudes, donde impulsó proyectos para empoderar a jóvenes en situación de vulnerabilidad. No hablaba solo desde su experiencia personal, sino desde una visión colectiva y transformadora. Para ella, la lucha por los derechos humanos no era un discurso, era parte de su día a día.
Quienes trabajaron a su lado coinciden en que su presencia era tan luminosa como firme. En cada espacio en el que estuvo, dejó claro que no se trataba de pedir permiso para existir, sino de exigir los mismos derechos y oportunidades para todos.
Camila Gil no solo hizo historia como artista. La hizo como mujer, como activista, como símbolo de una generación que no se conforma con el silencio. Su partida deja un vacío inmenso, pero también un legado profundo: el de una vida vivida con causa, con propósito y con una determinación que seguirá inspirando a muchos.
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