Dos portones eléctricos colocados por un grupo de vecinos en el malecón de la ciudadela Miraflores, que colinda con el estero Salado, son motivo de disputas y divisiones. Algunos las piden, otros las rechazan, pero todos se quejan.

Quienes se oponen reclaman que no pueden transitar libremente por esta área protegida, y los que están a favor argumentan la seguridad del vecindario.

Un grupo de habitantes de este sector del norte de la ciudad se comunicó con EXPRESO para denunciar que la instalación de los barrotes en la avenida Carlos Feroud Blum y en la Humberto Ferreti, que colindan con el malecón, es ilegal porque no cuenta con el permiso de la Municipalidad.

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Además, aseguran que la medida es arbitraria porque quienes colocaron las rejas (nueve familias) no socializaron ni pidieron el consentimiento de la mayoría de los residentes, los cuales también tienen derecho a transitar por esta área que podría convertirse en un punto de encuentro para todas las familias.

“Nos están imponiendo rejas por el capricho de un grupo de vecinos”, lamenta Renzo Urquizo, quien habita hace 30 años en la ciudadela, al mencionar que apoya la lucha contra la delincuencia con varias acciones que ya han tomado a través del comité promejoras, pero no concuerda con la forma en que actualmente se lo está haciendo.

Las acciones a las que se refiere Urquizo, como lo informó EXPRESO en otro reportaje, son la instalación de sirenas de alarmas y cámaras de videovigilancia que realizó el comité barrial, al que él pertenece, para que las familias puedan reaccionar de inmediato ante alguna alerta de inseguridad y dar aviso a la policía, con la que trabajan para disminuir los índices delictivos de la zona.

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“Queremos un sector residencial cerrado, pero con el consenso de todos y con los respectivos permisos municipales”, añade el residente, quien junto a otros habitantes muestran un mapa en donde tienen delimitada una franja de Miraflores en la que se podría colocar rejas. Sin embargo, en el boceto no consta el encierro del área protegida del malecón, porque no lo creen conveniente.

A la queja se suma Mía Alfaro, otra residente, quien señala que los parques y malecones de una ciudadela no deberían tener barreras. “Lamentablemente por temas de seguridad estamos obligados a vivir de esta manera”, enfatiza.

Pero Renán Gavilánez, quien lidera la colocación de los dos portones, defiende esta medida debido a que el área del malecón se había convertido en un basurero y urinario público, donde las latas de cerveza, botellas de plásticos y tarrinas de comida eran depositadas entre la maleza y el manglar.

Señala que las nueve familias que habitan en los alrededores de los 200 metros del malecón se reunieron y decidieron ponerle un freno a estos problemas que trastocaban su convivencia. “Enviamos oficios a la Dirección de Justicia y Vigilancia municipal para darle a conocer la necesidad de recuperar esta área verde con el cierre de lo que sería la entrada y salida de estos predios. Adjuntamos fotos y videos que mostraban la mala imagen del sitio por la presencia de supuestos indigentes y chamberos que aprovechaban el mínimo descuido para asaltar a las personas y viviendas”, relata.

No obstante, reconoce que el Cabildo no otorga permiso para la colocación de rejas en áreas como estas, pero manifiesta que hay un grado de tolerancia para hacerlo dada la inseguridad que afecta a la ciudad.

EXPRESO consultó al Cabildo sobre ¿qué medidas tomará para que se termine el enfrentamiento entre vecinos por la instalación de las puertas?, pero hasta el cierre de esta nota no hubo respuesta.

Gina Dito, quien habita al lado de uno de los portones, dice que estos se cierran desde las 18:00 hasta las 06:00 del día siguiente, y que el resto del día están abiertos.

Explica que la medida ha brindado tranquilidad a los residentes y mejorado la imagen del malecón. “Los robos han disminuido y personas extrañas piensan antes de pasar las rejas”, enfatiza. Sin embargo, la disputa y división de los vecinos sigue.