La Ley de Creación de Oportunidades pasará a la Asamblea dividida en tres partes, la tributaria, la laboral y la de inversión. Así lo ha decidido el presidente de la República, Guillermo Lasso, a fin de “darle gusto” a la presidenta del Legislativo, Guadalupe Llori, que esta semana instó al Gobierno a corregir el documento.

Lasso lo hará. Y enmendará también los errores que -escuchó de la sociedad civil- contiene su propuesta. Con eso echa a un lado el fantasma de la muerte cruzada que hacía sombra en los pasillos de la Asamblea y de Carondelet, por ahora.

Con Constitución en mano, en una entrevista con el presentador Carlos Vera, el miércoles, el mandatario leyó el artículo 148 de la Carta Magna, que describe en qué circunstancias puede haber disolución de la Asamblea, por si acaso.

“El presidente de la República podrá disolver la Asamblea cuando, a su juicio, esta se hubiera arrogado funciones que no le competan, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; o si de, forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo”, leyó.

“Vamos a ver. Si (a la ley fragmentada en tres partes, la Asamblea) la devuelve, la rechaza o permite un debate democrático. Vamos a ver”, advirtió en una especie de ultimátum, que también hizo a sus opositores, una actitud confrontativa que desde el lado de consultores y analistas políticos fue, más bien, errónea. Así opina Desiré Viteri, máster en análisis político y asesoría institucional y miembro de la Red de Politólogas del Ecuador.

“Hizo bien en explicar a la ciudadanía por qué sí tiene esta facultad, pero el cómo lo hizo no fue la mejor decisión. No es lo mismo entregar la Ley de Oportunidades corregida y ya, que entregarla con la amenaza de destituir la Asamblea”, dice.

Lasso llegó a ese encuentro con los medios televisivos en medio de un desgaste de su figura que trajeron consigo los Pandora Papers, que develaron que tuvo empresas offshore y que pueden costarle un juicio político, y de una crisis de seguridad que abre varios frentes de oposición a su quehacer en Carondelet desde mayo de 2021.

Con la carta del proceso de vacunación exitoso sobre la mesa desde hace varias semanas, el presidente optó por armar una nueva estrategia, obviar temas importantes que preocupan al sector productivo, de transporte, salud y educación y, en cambio, agrupar a sus enemigos políticos en una sola fuerza.

Se sabía ya que desde que no pudieron pactar la presidencia de la Asamblea con CREO, UNES y el PSC se declararon opositores. En la entrevista, a los nombres del exmandatario Rafael Correa y del exalcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, líderes de esos movimientos, Lasso añadió el del dirigente indígena Leonidas Iza cuando habló de “la trilogía que quiere golpear a la democracia”.

A decir de Desiré Viteri, “puso a toda la oposición en su contra, en un solo lugar. Al hacerlo, los convirtió en el rival, el enemigo, para que sea más fácil enfrentarlos. Ha levantado los ánimos la confrontación. Y eso no es lo conveniente”.

Lasso prometió “defender el interés del pueblo de los mafiosos que quieren aparecer como políticos”, en un país al que dejaron con 34 % de pobreza y donde 3 de cada diez ciudadanos no tienen empleo formal.

Por supuesto, hubo respuesta inmediata de Correa. “En lugar de explicar los Pandora Papers, Lasso se dedicó a difamarme. ¡Igualito que Moreno!”, escribió. Nebot tenía previsto reaccionar la noche de ayer e Iza rechazó la acusación y dijo que Lasso pretende gobernar desde la especulación.

El académico, catedrático y experto en derecho constitucional y electoral, Alejandro Rodas, lee la idea del triunvirato como una declaración de guerra. “Es gravísimo. Les dijo mafiosos. Que los tache de conspiradores no es nuevo. En una crisis, lo que ha hecho Lasso es declarar la guerra a los políticos más potentes de la década, en lugar de proveer espacios de debate y de críticas. Parece que está ofuscado, paranoico y sin intenciones de diálogo”.

El politólogo Daniel Molina coincide. “Con esa maniobra, se queda solo en la palestra y con la Asamblea dividida, y como consecuencia hará más difícil su ejercicio ejecutivo.

Recibió críticas fuertes por decir que los Pandora Papers son un complot internacional. Debería dejar que los periodistas realicen su trabajo y que la ley caiga sobre evasores. Y si quiere, demostrar que hizo lo correcto”, dice Molina.