Gabriel Peña
Gabriel Peña, muralista guayaquileño, posando en una de sus pinturas en su sector.Valentina Encalada/EXPRESO

Gabriel Peña: el artista urbano que le pone color a los problemas sociales

Personaje de la semana. Este muralista le ha dado 'vida' a las paredes de su barrio y a espacios, de varios sectores populares de Guayaquil, que antes parecían basureros

El poder de cambiar escenas negativas de un sector puede estar en la magia de los colores, que se plasman en un lienzo, en una pared sombría o en un muro divisor. Gabriel Peña, guayaquileño y muralista de 36 años, lo ha demostrado en su barrio y en distintas zonas de su ciudad.

Cuando se visita la ciudadela La Pradera, situada en el sur de Guayaquil, todos conocen a Gabo, como le llaman sus amigos. Si hay que dar una referencia de quien lucha por el bienestar de la comunidad, todos mencionan su nombre y señalan sus pinturas que destacan en muros y paredes. 

"Este es uno de los mejores barrios del sur, gracias a Gabriel", dice orgulloso a EXPRESO Miguel Rivadeneira, un morador. Gabo es popular, conocido y querido, ¿Por qué?

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Todo empezó luego de la universidad cuando Gabriel se graduó como diseñador gráfico y licenciado en producción audiovisual y entró a laborar a una empresa. Estuvo haciendo méritos en esa compañía por tres años, luego lo despidieron sin darle a cambio ni un solo centavo.

“Fue tan frustrante para mí que después de darlo todo no me pagaran”, le cuenta a EXPRESO, en medio de chillidos de pajaritos que opacan su aguda voz. Está sentado en una banca de cemento, bajo decenas de copas de árboles del parque El Bosque de La Pradera 3, barrio donde creció y aún reside.

Gabriel Peña
Gabriel Peña en el parque El Bosque de la ciudadela La Pradera donde reside.Valentina Encalada/EXPRESO

La mirada le cambia cuando recuerda el hecho, la sonrisa se desvanece y el brillo en sus ojos adelanta que esa pena se convirtió en una colorida revolución.

Y como se suele decir de los artistas, que en los peores momentos surgen las mejores inspiraciones, fue por esa frustración que Gabriel se dedicó a pintar cuanta pared gris miraba al caminar.

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Para entonces, ya había comprendido que su pasión era la pintura, los dibujos y el spray.

“Recuerdo que la primera vez que me interesé en la pintura fue de adolescente, cuando trabajé en el taller de pintura de mi tía. Me concentré en los colores y en su textura”, vuele a sonreír.

Luego de experimentar cómo, de forma positiva, su intervención artística cambiaba las fachadas del las paredes y su contexto, decidió evolucionar en la acción. Viajó a Paraguay, donde se mantuvo un tiempo y halló la luz que buscaba.

Inspirado en el populoso barrio San Jerónimo de Asunción, donde a través del arte los vecinos, artesanos y artistas combatieron la violencia y drogadicción, Gabo regresó a Guayaquil incentivado y pintó en la pared de cemento del espacio más desaseado de El Bosque, a una pequeña niña con una flor de hibisco, jugando a ser pinocho, como él y sus amigos del barrio lo hacían de chiquillos. Ese fue el inicio para que ese lugar donde se botaba basura y se consumía drogas, se convirtiera en una atracción.

La idea fue mostrar los juegos que hacíamos de niño y que eran inocentes, a que los chicos se contagien del arte, no como ahora que muchos menores lo hacen consumiendo drogas.

Repitió la acción con nuevos dibujos y vivos colores en otros puntos del parque. Después invitó a sus amigos artistas para hacer de El Bosque una galería de arte. Luego colorió las paredes de algunas casas, algunos pasillos, etc. Así, la gente que iba a ese espacio, casi abandonado a consumir, fue poco a poco reemplazada por los vecinos que salían a caminar y tomar aire.

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Su labor además contagió a su familia, amigos y moradores, quienes aportan con mingas de limpieza y siembra de árboles para mantener el lugar comunal limpio y atractivo.

Desde 2018 cada julio, Gabriel organiza en esa área verde el festival artístico Bosque de Colores. Decenas de artistas nacionales y extranjeros, amigos suyos, se unen a la causa de repintar con murales el lugar. Hay música, teatro, deporte y hasta juegos tradicionales para los niños. Toda la acción es autogestión de la comunidad que ha afianzado sus lazos de amistad.

A la par con el trabajo en su comunidad, Gabriel acepta los llamados de otros activistas barriales que han querido cambiarle el rostro triste a su sector y desde entonces, donde hay consumo de drogas, pobreza extrema, violencia u otros problemas sociales, este artista urbano llega y plasma su arte.

Ya perdió la cuenta de cuantos murales ha creado y cuantas paredes ha pintado. Entre esos, en el Guasmo Sur retrató a un grupo de niños marimberos, que destacaban su alegría y sonrisas en un baile de cununos y guasá; creó un mural de una niña volando una cometa en el sector de la perimetral, cerca de Bastión, reflejando los juegos tradicionales; en Urbanor plasmó en una pared gris el beso de Frida Kalho y Diego Rivera y cerca del bosque Cerro Blanco dibujó un jaguar, que concientiza a la protección del medio ambiente.

Gabriel es un artista independiente, que la mayor parte de su trabajo lo hace como obra social. Es así, que tras la pandemia del coronavirus su situación económica, como la de miles de personas empeoró y tuvo que reinventarse.

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Al inicio, nadie quería cuadros, recuerda. Entonces no tenía dinero. Algunos amigos conociendo su situación empezaron a llevarle raciones de comida. Y él en agradecimiento, pintó cuadros de niños con muecas o retratos de los mismos amigos. Algunas de esas pinturas se hicieron virales en redes sociales y al trabajo regresó a sus manos, con nuevos pedidos.

Ahora la demanda continúa y Gabriel entrega los cuadros a domicilio abordo de su bicicleta, otra de sus pasiones por lo amigable que es con el medio ambiente.

“Lo más difícil de ser muralista es que te valoren como artista. He incentivado a varios niños y a alcohólicos a direccionarse por el arte y no por el consumo. No pido nada a cambio, solo deseo que más artistas se unan a causas como estas y repliquen la idea en cada rincón de Guayaquil que lo necesite”, precisa mientras recorre su sector, saluda sonriente a sus vecino y destaca la labor de quienes se han unido a ese trabajo no remunerado.

Los murales participativos, dice Gabriel, no solo ayudan a quienes se suman a cada labor en las comunidades, sino a él especialmente, porque se vuelve más humano, más artista. Ahora su logo personal es un cangrejo, crustáceo tradicional de Guayaquil y concluye que solo apunta a que su proyecto Bosque de Colores siga siendo un éxito y que se replique en distintos sectores de la urbe.

Si sabes de un personaje de tu barrio que todo el mundo debería conocer, escribe a lopezk@granasa.com.ec