Con el fin de “orientar el turismo hacia el turismo cultural” y asegurar “la realización de actividades que permitan el financiamiento con fin de rentabilidad social”, el concejo metropolitano votó a favor de suprimir la Dirección de Gestión y Promoción Cultural.

La entidad fue creada en los años noventa, durante la alcaldía de León Febres Cordero y durante décadas fue responsable de desarrollar planes y programas culturales en Guayaquil.

Hasta julio, mes previo a la aprobación de la ordenanza sustitutiva que la suprime, la dirección tenía a su cargo los museos de la ciudad, la Biblioteca Municipal, el coro de niños, y más. A mediados de ese mismo mes, los museos y la biblioteca fueron derivados a la Unidad Técnica de Patrimonio, y finalmente se anunció la supresión de la dirección.

A partir de este mes, según lo que dispone la normativa, Cultura tendrá una dependencia dentro de la recién implementada Empresa Pública Municipal de Turismo, Relaciones Públicas y Cultura de Guayaquil EP. Pasará a laborar con cinco personas, y no estará a cargo de ninguno de los espacios o instituciones culturales de la ciudad.

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Sus funciones, 36 de ellas, se centran en “impulsar la promoción cultural, fomentar el acceso a la cultura, aprobar los planes y proyectos de fomento a la lectura y    coordinar la red de servicios culturales”.

Cómo se hará, aún no está claro, pues además de no contar con espacios a su cargo, la entidad tampoco cuenta con un presupuesto establecido.

La normativa define que el financiamiento de la empresa pública se hará a través de lo recaudado por la tasa de pernoctación en hoteles de 3,4 y 5 estrellas, el pago por el otorgamiento de la Licencia Única Anual de Funcionamiento de Establecimientos Turísticos y lo que recaude producto de alianzas, cooperación y actividades.

La normativa deja el espacio abierto para una asignación municipal, pero al menos hasta el 31 de diciembre próximo, los fondos que se traspasarán de la extinta dirección, se usarán para el pago del personal administrativo.

Pero, ¿qué significa este cambio para la ciudad? Según Larissa Marangoni, presidenta de esta empresa pública, el componente cultural de la entidad propone llevar actividades al territorio urbano.

“Vamos a trabajar con la ciudadanía, con desarrollo y con potencial... Si se organiza un tour a Socio Vivienda, con seguridad, sí se lo puede hacer. De repente te quieres tomar fotos con un mural increíble que hay ahí, puedes ir y que la misma gente de Socio Vivienda pueda poner ahí sus stands, vender su comida. La cultura será un nexo de desarrollo”, explicó a este Diario.

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Añadió que no se conoce todavía con qué presupuesto se contará para 2024, pero que para proyectos inmediatos, en Socio Vivienda, con consumidores de estupefacientes y en Las Esclusas, hay $ 30.000.

“Tenemos paralelamente eventos de música. En la parte cultural se hará concursos, eventos, bailes. Cultura se volverá una actividad puntual de acción”, añadió.

EXPRESO solicitó una entrevista con Beatriz Gil, titular de la suprimida dirección, pero no hubo respuesta hasta el cierre de esta edición. Para los expertos, el cambio tiene aristas que preocupan. Gabriela Montalvo, economista especializada en política pública y gestión cultural, señala que, si bien en papeles, la ordenanza cumple con el acceso a la cultura determinada en la Constitución, se corre el riesgo de que, en la práctica, no se haga.

“Esta clarísimo que la prioridad va a estar en el sector turismo, y que lo que se está haciendo es considerar a la cultura como un eje subsidiario del turismo”, reflexionó.

Añadió que frente a las múltiples funciones de promoción que otorga la ordenanza, se “reduzca el quehacer cultural a su dimensión económica”.

Pablo Cardoso, especialista en economía de la cultura y diseño de política pública, considera que era necesario realizar un cambio en la concepción de lo cultural dentro del Cabildo.

“Quiero destacar como un aspecto positivo que, después de treinta años de manejo social cristiano, se reorganicen las estructuras administrativas ligadas a la cultura. Removerlas, era necesario… En la estructura tricéfala que existía no se entendían bien los roles”, señaló.

Pese a ello, también considera que es necesario que los actores culturales se mantengan pendientes de cómo se llevará a cabo la gestión de la empresa pública. “Hay que ver cómo se dan los siguientes pasos en la construcción de normativas e instructivos que nos revele cómo funcionará... Pero sí hay que advertir, desde la academia y el periodismo, sobre los riesgos de vincular o subyugar la cultura al turismo”, dijo.

Melvin Hoyos, exdirector de la Dirección de Cultura y Promoción Cívica por más de veinte años, considera que se trata de “una reinterpretación conceptual de la cultura”, que pondrá la mirada sobre lo patrimonial dentro de cada espacio.

Al preguntarle sobre posibles incompatibilidades entre las responsabilidades del cuidado patrimonial de dicha unidad técnica, que el Cootad enfoca hacia la infraestructura, más no la creación de programación cultural,    señala que no considera que haya contradicciones.

Para los gestores, en cambio, la medida es tan solo una más en lo que llaman ‘el desmantelamiento’ de lo cultural.

Augusto Rodríguez, director del Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel, lo explica así: “Cultura siempre ha sido la última rueda del coche, y muchos programas han venido suprimiéndose desde la anterior administración, como el programa editorial. Poner a la cultura al servicio del turismo es una manera de mercantilizarla”, dijo.

Jenny Mena, promotora del proyecto Arte en Barrios, agregó que la medida vuelve a plantear lo cultural como elitista. “Sin promoción, líneas de fomento o innovación, y manteniendo la mínima programación posible, se da el mensaje de que el acceso al arte debe ser pagado”, indicó

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