Lo que define a un estratega es la gestión de sus jugadores, es ahí donde Martín Anselmi (DT, Independiente del Valle) hace trabajo de orfebre, pues trabaja aumentando la agresividad de sus futbolistas.

Mucha transición, la palabra de moda. Los recorridos violentos, rápidos, largos, proclaman que son la vanguardia de Anselmi. No incurre en episodios de empantanamiento por exceso de retórica en los pases.

Moisés Ramírez es un arquero decidido y determinado. La línea de tres está en la etapa de los movimientos pensados. Son el resultado de la naturalidad del juego de Richard Schunke, Mateo Carabajal y García Basso. Pocos futbolistas son más complementarios y pocas veces su sintonía resultó más oportuna. Hay talentos que juegan para sí mismos y los que juegan para el progreso del equipo, como Pellerano, el más hábil en el arte del anticipo.

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Jordy Alcívar necesita tocar dos veces la pelota, primero para robar el balón. En la misma jugada, define de manera más próxima el pase para el compañero que llega vacío. Faravelli ha elevado la frecuencia de sus intervenciones y el perímetro de su zona de influencia. Tiene luces largas para ver lo que ocurrirá antes que el resto. Kendry Páez dibuja un continuo zigzag de giros engañosos, indescifrables, imparables para sus oponentes. Rompe al espacio, gana un metro a sus seguidores. Brilla en los rebotes con fulgor cegador. Tiene la habilidad para zafar de tres marcas en dos movimientos.

Junior Sornoza esconde el sentido de la pausa. Al nueve lo cobija y acompaña. Sin espacios para armar la pierna, le pega con el interior del pie. Remate duro, deja a la marca a la intemperie. Fina comprensión del juego en zona decisiva. Michael Hoyos tiene muchas balas en el cargador. La presencia dominante de un goleador. Necesita de un equipo que llega al fondo con los beneficios del desborde. Extremos que la ponen en el área cuatro veces por tiempo. En el fútbol uno es lo que puede, más lo que le dejan hacer.