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Neisi Dajomes en una de las habitaciones donde pasó sus días en el Hogar Manuel Galecio.Patricia Oleas

Neisi Dajomes y Angie Palacios, entre los consejos y el recuerdo

Las pesistas ecuatorianas visitaron el Hogar Manuel Galecio, en Alausí, donde fueron acogidas en una etapa de su niñez

Entre recuerdos, anécdotas y consejos, las hermanas y campeonas de halterofilia, Neisi Dajomes y Angie Palacios, vivieron su regreso al Hogar Manuel Galecio, en Alausí (Chimborazo), donde encontraron apoyo para su familia de refugiados y pasaron parte de su niñez.

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Ellas asistieron a la inauguración del nuevo comedor y patio de juegos, y fueron parte de un emotivo homenaje a cargo de las 90 niñas internas, que en la actualidad residen en la casa regentada por la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

“Lo que hoy viven, yo lo sentí también, pero les aseguro que será fundamental para su futuro. Los sueños se cumplen; con mucho trabajo, dedicación y constancia, se alcanzan”, fue el mensaje de Neisi, campeona olímpica ecuatoriana de halterofilia, para las niñas del hogar.

Con varias canciones interpretadas por las chicas y un poema a cargo de la que fuera su rectora en su época de estudiante, las deportistas se emocionaron y derramaron algunas lágrimas.

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La medallista olímpica junto a su hermana Angie Palacios durante un momento en la capilla.patricia Oleas

Varias niñas aprovecharon para hacerles preguntas: ¿cómo levantas tanto peso?, ¿cuándo supiste que querías practicar ese deporte?, ¿qué se siente ser campeona?

Una de las más pequeñitas prefirió una inquietud personal: ¿cuándo regresaste a tu casa?, a la que Neisi respondió: “cuando mi padre vino a buscarnos… Sé que es difícil estar separados, pero créanme, estar aquí, bajo el cuidado de gente responsable, te ayudará en tu futuro. Gran parte de lo que aquí aprendí me ayudó a ser quien soy”.

Las jóvenes recorrieron las instalaciones y los recuerdos brotaron. “Ahí era la dirección, lo sé, porque venía unas dos veces por semana”, dijo Neisi con una pícara sonrisa.

Las niñas becarias, que viven en el centro y cuyas edades oscilan entre los 4 y 18 años, reciben atención integral, hospedaje, alimentación y educación.

“Todas nuestras niñas vienen de hogares de una pobreza extrema, y la pobreza genera otras terribles circunstancias, que muchos padres prefieren traerlas para que estén seguras y puedan tener una educación que les pueda proporcionar un mejor futuro”, manifestó María del Carmen Naranjo, administradora del hogar.

La directora detalló que las niñas provienen de todo el país, pero en especial de la Amazonía, de los pueblos shuaras, secoyas y cofán.

La más pequeñita tiene 4 años e ingresó recién a la educación inicial básica; su padre la trajo porque viven en la frontera. “Por los problemas de droga, trata de personas, violencia, sus padres prefirieron traerla aquí para que esté más segura”, indicó la administradora de la casa.

Neisi y Angie precisamente llegaron por condiciones similares. “Mis padres eran refugiados, teníamos muchas carencias y problemas, éramos ocho hermanos y no alcanzaba”, recordó Neisi.

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“Fue duro, el frío, estar lejos, llorábamos los primeros días, pero ya luego me llené de muchas cosas y aprendí a valorar. Fue nuestra preparación para ser quienes somos”, mencionó Angie.

Las hermanas coinciden en señalar que trabajar en equipo y el compañerismo fue lo que les dejó su estancia en el hogar.

Luego del recorrido, las chicas disfrutaron junto a invitados especiales de danzas que representan la cultura de las tres regiones del país.