En la sociedad se privilegia mucho tener buenos modales, que el uso de palabras soeces es signo de baja inteligencia y educación. Entonces, ¿por qué usted confiaría en un lenguaje grosero cuando el lenguaje español está compuesto de un rico vocabulario?

Esa percepción no puede estar más lejos de la realidad. De hecho, maldecir se lo puede percibir como un signo de superioridad verbal, según un estudio hecho para el libro ‘What the F’, del profesor de Ciencia Cognitiva de la Universidad de San Diego, Benjamin Bergen.

Los hablantes que acuden al uso de palabras tabúes comprenden el concepto general de estos improperios, así como sus matices, lo que les permite a ellos aplicar los insultos de manera adecuada.

“La capacidad de hacer distinciones matizadas indica la presencia de más conocimiento lingüístico en lugar de menos”, añade el profesor.

• ¿Es cuestión de personalidad?

A los extrovertidos por su condición de ser personas abiertas y sociables se les concede la fama de utilizar una mayor cantidad de improperios por su facilidad al hablar. Mientras que para algunos sea una realidad, no todo se resume en una cuestión de personalidad. Para la psicóloga clínica Sellene Mejía, decir muchas malas palabras viene más bien de la crianza. El crecer en un ambiente hostil o donde la comunicación ha estado repleta de este vocabulario define su forma de expresarse hacia el mundo.

• Bueno para la salud

Si bien es cierto, maldecir se considera un acto de violencia verbal, porque usualmente se lo aplica cuando surge un subidón de estrés o frustración, la especialista explica que esto sucede como un mecanismo emocional. Pues, al no conocer una forma de comunicar su tensión, se desfogan a través de estos términos.

Ahora bien, cuando estas palabras no son utilizadas para violentar a otro, se convierten en una vía terapéutica para liberar esas emociones negativas.

Es poco probable que maldecir cause la impresión deseada en sus suegros, pero podría ser bueno para la presión arterial. Esa es la sugerencia de investigaciones recientes que revelan que el uso de palabras soeces puede aliviar el estrés, disminuir el dolor y generar un mejor ambiente con sus colegas y familiares.

• En Ecuador

A la gran mayoría de los ecuatorianos les agrada comunicarse con estos términos en su diario vivir. Sin embargo, a una persona externa le resultará raro, mas la psicóloga explica que estas peculiaridades lingüísticas son “comportamientos específicos de cada comunidad que ya forman parte de esa identidad que aprendemos mientras crecemos”.