Una vida de orquesta

Una vida de orquesta

Dicen que en la provincia de Loja se acuna a los artistas. También dicen que allá las personas viven más de cien años. Lucía Sánchez Regalado sería la prueba de ambas aseveraciones.

Dicen que en la provincia de Loja se acuna a los artistas. También dicen que allá las personas viven más de cien años. Lucía Sánchez Regalado sería la prueba de ambas aseveraciones. Ella es una artista lojana de ojos claros y piel agrietada por el paso de los noventa y cinco abriles que lleva encima, aunque su vitalidad es la de una veinteañera.

Llegó a Guayaquil hace más de setenta años para convertirse en una de las primeras mujeres violinistas de la Orquesta Sinfónica de la urbe, que además de su pasión fue su sustento por años. Sentada cómodamente en unos sillones viejos y polvorientos, un vestido verde limón con flores blancas envuelve la delgada figura de la nonagenaria mujer.

Esfuerza una postura erguida y comienza el concierto. Su mano derecha, ágil, pequeña y con signos de la edad, toma el arco del violín y lo frota hábilmente contra el cuerpo del instrumento, generando una triste melodía: ‘La Comparsita’ de Carlos Gardel. Hace una pausa y afirma: “Yo no me canso”. Sin embargo, unos resoplidos suaves de agotamiento durante su actuación la delatan.

Lucía formó parte de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil como violinista desde su inauguración hace 67 años: “Veintitrés personas y yo inauguramos la orquesta de manos del maestro Eduardo Alvarado”, cuenta. De esa veintena, cinco eran mujeres incluyendo a Lucía, consagradas como las primeras concertistas femeninas de ese elenco musical. Todas murieron ya.

“En aquella época no era fácil estar rodeada de hombres, pero al menos yo puedo decir que nunca me dejé de nadie”. Frunce el ceño, pero sonríe. Ángel Hallo, trompetista jubilado y excompañero de Lucía, la recuerda como “una persona jovial y atenta con sus compañeros de orquesta”.

Lucía alega haber experimentado milagros divinos y cuida con esmero una mancha en forma de corazón marcada en la segunda planta de su casa porque, según ella, “Dios la dejó aquí para mí”. Muy católica, cada vez que tiene la oportunidad hace bendecir su hogar, ubicado en la ciudadela Simón Bolívar, al norte de Guayaquil. Sin embargo, no cree en el matrimonio, uno de los siete sacramentos de la Iglesia. Lo justifica explicando que “no hay nada como la libertad. Yo no tengo a quien decir: me voy”, articula en voz femenina, y se responde a sí misma: “no te vayas”, con voz masculina.

En su juventud tuvo un esposo y hace varios años quedó viuda. “Ese fue uno de los amores que tuve, de esos que uno dice ‘sálvese quien pueda’, ahí sí que metí la pata tremendamente”, sonríe con picardía. No tuvo hijos, porque cuando era joven experimentó un mal parto y quedó estéril.

Una vez terminado el pequeño concierto en su casa, presenta con emoción a sus tres gatos: “La Niña, Mishu Uno y Mishu Dos. Son mis hijos”. Casi nunca se da descanso y sube las escaleras de su hogar como un rayo. “Yo soy ‘patitas calientes’ y salto la cuerda”, dice lanzando una carcajada al aire. Después agarra una soga para demostrar su habilidad motriz con la cuerda.

Por las mañanas apresura el paso para ir a la iglesia. A mediodía almuerza y pasea por el centro comercial del Sonesta. Mónica Solano de la Sala es su vecina y su mejor amiga desde hace cuatro años. “Yo a Lucía le tengo mucho cariño, es como de la familia. Ella dice que es feliz sola, pero todos necesitamos de alguien”, expresa mientras se miran como reconociendo por primera vez el sentimiento mutuo.

En voz baja, como en secreto, Lucía confiesa que ya tiene a quién dejarle su violín. El escogido es Ecuador Pillajo, un virtuoso y reconocido violinista ecuatoriano y excompañero de la orquesta en la que se jubiló. Sus historias están llenas de recuerdos con personajes ilustres como Matilde Hidalgo de Prócel y Galo Plaza Lasso.

Por ahora, la espontánea violinista disfruta de su soltería, la música y la libertad. Sus consejos de vida los tiene claros: “No te metas con quien no conoces, no preguntes lo que no te conviene y no te dejes llevar de las primeras impresiones”, manifiesta con vigor.

Secretos de vigor y salud

Lucía tiene los secretos de una vida larga. “Primero la soltería”, bromea. Después, medio vaso de limón por la mañana y una copa de vino por la noche, “sin emborracharse”, sonríe. Luego toca un par de piezas en su violín para “endulzar el alma”. Y para la salud física, salta la cuerda.

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