
Ventanas festejo los 106 anos de dona Sabina
Sus 106 años fueron simbolizados en números, porque las velas unitarias no cabían en su pastel de cumpleaños. De esa manera ventanenses festejaron el onomástico de Sabina Coque Murillo, quien es considerada por sus vecinos como una de las mujeres más longevas del cantón fluminense.
La celebración se desarrolló el pasado martes en su vivienda localizada en la ciudadela San Vicente, donde hubo comida, dulces y música. Al final jugó carnaval.
El año anterior, por sus 105 años, fue agasajada con una megafiesta, en la que tuvo una corte de honor conformada por damas y caballeros.
Doña Sabina nació el 9 de febrero de 1910, en el recinto Aguacatal, localizado en la vía Ventanas-Quevedo. Pero por situaciones de la vida, su identidad fue registrada tardíamente en el Registro Civil.
Gualberto Quinto narró que en aquella época no había Registro Civil en Los Ríos, y cuando llevaban los documentos de su madre a Quito para inscribirla, hubo un derrumbe en la carretera en la que se perdieron los papeles personales.
Años después, un amigo de la familia se comprometió a inscribirla en el Registro Civil de Los Ríos. Pero en el ajetreo de los trámites hubo una confusión y le cambió la fecha de nacimiento. Por esa razón la cédula de identidad indica que Sabina habría nacido un 12 de febrero de 1918.
Se casó a los 22 años con Gerardo Fausto Quinto (+). Toda la vida la desarrolló realizando trabajos forzosos en el campo.
La mujer de cabello blanco confesó a Diario EXPRESO que odia permanecer ociosa y por ese motivo le agradaba cultivar la tierra, hacer carbón y faenar cerdos y reses. Su último trabajo lo cumplió en las haciendas del sector donde pesaba banano.
Ella también es amante de la buena música. Adora los temas de Julio Jaramillo y de las hermanas Mendoza Sangurima. Cuando no hay quien le ayude escuchar estos temas musicales, al menos necesita que alguien se las entone con guitarra pasillos o boleros.
Doña Sabina tiene buena memoria y atribuye a su excelente salud por la adecuada alimentación, como la gallina criolla y el verde.
“Se comía mejor porque con diez reales me compraba una sarta de bocachico (pescado). Cocinaba con leña en fogón de madera, viajaba en lancha por el río porque no había carreteras y trituraba los alimentos en molinos ante la falta de licuadoras”, comentó.
Aunque ha perdido un poco la visión prefiere no usar lentes porque asegura que le ocasionan dolor de cabeza. Le gusta bordar y coser a mano.