
Un triunfo en el nombre del padre que profetizo su exito
Él lo profetizó como solo los padres que aman a sus hijos y creen en ellos lo hacen: “Ella es la mejor alumna. Ella se va a ganar la casa”. Sacaba pecho por la muñeca de sus ojos y bandereaba su orgullo en cada oportunidad, con familiares, con amigos, con vecinos... Ella, su niña, creía que él exageraba un poco. “A veces saco algunas notas no tan altas”, le decía. “Calla, mijita, tú eres la mejor. Vives pegada a los cuadernos...”, le contestaba él. Ella, quien anhelaba cumplirle el sueño, sonreía.
Karen, la bebé de Alberto Crespín, recién graduada del colegio 28 de Mayo con un promedio de 9,4, recibió la noticia como profecía cumplida. Vio su nombre en la lista de los mejores estudiantes de Guayaquil que serían incentivados por el Cabildo con casas o con dinero efectivo y lloró. No por la emoción de saberse beneficiada, sino porque lo supo tres meses después de que un fallo cardiaco apagara la vida de su padre, el hombre que siempre le tuvo fe. Eso hace un año.
“Tenemos casa, ñaño”. Sentado en su silla de ruedas, el mayor de sus hermanos, Jorge, quien anda cerca de los 40 años, lloró con ella al enterarse de la buena nueva. Ellos alquilan, viven con su madre, Ketty Guato, y desde que murió el jefe de la familia solo trabaja Kerly, la otra hermana. Por ello, la ayuda que representaba aquel incentivo era mucho más que “solo un premio”.
Pidió la casa sin pensarlo dos veces, pero en el Municipio le dijeron que para acceder a ese incentivo necesitaba un terreno, “y para eso no hay plata”, se lamenta. Optó entonces por la segunda alternativa: seis mil dólares en efectivo. Pagará con eso el inicio de un sueño que suena más que a sueño a compromiso de vida o muerte: “Cumpliré con el anhelo de mi papi, voy a darle a mi familia la casa que no tenemos”.
Este gesto del Municipio es un estímulo, no un premio. “Los premios suenan a rifa”, aclaró ayer el alcalde Jaime Nebot, quien recordó que se reconoce con esto la excelencia de los mejores estudiantes. Ayer, al salón de la ciudad acudieron alumnos de primero a tercer año de bachillerato de 152 colegios fiscales.
La vicealcaldesa Doménica Tabacchi, quien presidió ayer el acto, explicó a EXPRESO que los estudiantes tenían la libertad de elegir cuál sería su incentivo: o la casa o el dinero.
A diferencia de Karen, la mayoría se decidió por el dinero porque ya tiene casa. Uno de ellos es Christian Zambrano, quien vive en el Suburbio y se graduó en el colegio Jorge Icaza Bustamante. Está feliz. “Fueron seis años de esfuerzos y este dinero me servirá para invertir en la universidad”.
En la ceremonia hubo chicos de distintas zonas de la ciudad. Todos con promedio igual o mayor a 9. Estaba allí María Belén Chérrez, del Clemente Yerovi; Miriam Cereza, del Francisco Huerta; Maryori Cevallos, del Leonidas Proaño, entre otros estudiantes.
Unos invertirán el dinero en sus estudios, otros se irán de viaje, otros arreglarán sus casas y unos cuantos más se comprarán “cositas” que están haciendo falta. De todos, una, Karen, cumplirá un sueño que no es propio, que es de su padre, pero que asegurará un techo propio para su familia.
Ella ahora estudia Comercio Exterior y pronto tendrá que sacar tiempo para las clases de francés, pues también se benefició de una beca para aprender este idioma.
Cuando egrese de la universidad, posiblemente entre a la Aduana o a algún lugar en donde pueda ejercer de lleno el comercio. Lo sabe porque su padre se lo dijo: “Eres buena en ese campo, mija. Te va a ir bien si te dedicas a eso”. Ella no tiene ya cómo poner en duda las palabras de su profeta.