Las réplicas psicológicas tras los desastres

Las replicas psicologicas tras los desastres

Christian tiene 36 años y desde el terremoto que sacudió al Ecuador el 16 abril pasado, las taquicardias son constantes y hasta le atemoriza bañarse solo.

Christian tiene 36 años y desde el terremoto que sacudió al Ecuador el 16 abril pasado, las taquicardias son constantes y hasta le atemoriza bañarse solo. En su desesperación por descubrir qué le ocurría, comenzó un recorrido médico: cardiólogos, neurólogos... Al final, llegó al psicólogo, quien le diagnosticó estrés postraumático. El terremoto de 7,8 grados no fue la causa, sino el detonante de una serie de episodios que había arrastrado desde niño, le dijo el profesional.

A pocos días de cumplirse los tres meses de ese desastre y ante las nuevas réplicas (de 5,9 y 6,2 el domingo), el impacto psicológico comienza a verse con más fuerza, evidenciado en cuadros de insomnio, depresión, ansiedad y hasta ataques de ira. No solo de quienes perdieron a sus familiares, amigos o sus casas, sino también de aquellos que no pudieron asimilar el temblor de la tierra, sus constantes réplicas y el dolor que vivió el país.

Ocurre tal cual lo habían anticipado los profesionales. Sería casi a los tres meses en que se vería el real impacto. Y es en este momento cuando el Instituto de Neurociencias emprende un plan para obtener estadísticas de la afectación. Quieren que no sea solo un tema subjetivo.

Saben que las catástrofes tienen repercusiones que se siguen sintiendo con el tiempo. Lo reconocen algunos médicos y voluntarios que participan en momentos críticos, como inundaciones e incendios (ver testimonios).

En algunos casos, la recuperación toma más tiempo del que podría creerse. Un ejemplo lo tenemos cerca, en Perú. En 1970, un terremoto de 7,9 grados causó 66.000 muertes, otras 100.000 personas resultaron heridas, y cientos de miles sin hogar.

Se tardó años en reparar los daños a las infraestructuras, pero las consecuencias psicológicas perduran, según una investigación preparada para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se lo evidencia en las embarazadas que transmitieron esa depresión a sus hijos, en los matrimonios destruidos y en los niños que vivieron el desastre y cuya desesperación no se superó. Y hay más casos en el mundo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ratifica esta preocupación: durante y después de las situaciones de emergencia aumentan las probabilidades de padecer problemas de salud mental.