Acceso. Los turistas acceden a las maravillas de Pumapungo a través de una caminería en forma de espiral. El recorrido dura unas dos horas.

Pumapungo, herencia de la historia Inca-Canari

En 1990, por iniciativa del arqueólogo Jaime Idrovo junto a Hernán Loyola, se dio paso a un proceso de recuperación y mantenimiento del sitio.

El trinar y el silbido de las aves musicalizan los restos arqueológicos heredados de los Incas y Cañaris. Es Pumapungo, ‘La Puerta del Puma’, situado en el centrosur de Cuenca, donde se divide la ciudad moderna de la antigua.

“Fue la cuna de Huayna Cápac y segunda fortaleza del Tahuantinsuyo”, según la curadora del Fondo Etnográfico Nacional del Museo de Pumapungo, Tamara Landívar.

Está localizado en la margen izquierda del río Tomebamba, a 200 metros del puente de El Vergel, entre las calles Huayna Cápac, Larga y Tres de Noviembre. Son 17.811 metros cuadrados, ideales para pasear, conocer la historia y salir del estrés.

Pumapungo, a más de complejo religioso-incásico, contiene el espacio donde las Ñustas (Vírgenes del Sol), que no eran más que jóvenes de entre 11 y 12 años escogidas por el Inca, se preparaban para ser sus esposas y eran educadas por las llamadas “mamaconas”, que las adiestraban en diferentes artesanías.

Según las investigaciones hechas en 1923 por Max Uhle, sobre la ‘Ciudad del Tomebamba’, la ubicación de lo que fue la fortaleza de Huayna Cápac fue privilegiada por la alineación con sus diferentes cerros y montes.

Ahí están los vestigios. En la parte superior del sitio, se advierten los cimientos de las kallankas o cuarteles, desde donde los soldados vigilaban permanentemente este sitio sagrado. A un lado está el aqlla wasi o lugar de residencia de las ‘Vírgenes del Sol’, quienes eran mujeres escogidas para el servicio al inca y a los sacerdotes a través de la elaboración de vestimenta, artesanías para el culto al Sol y ejecución de rituales religiosos.

Están también los palacios exteriores, en donde posiblemente moraban caciques cañaris, señala un documento del Ministerio de Turismo.

Más adelante se encuentra el quricancha o adoratorio, desde donde se puede observar un espléndido panorama.

Tiene también un espacio etnográfico, con más de ocho mil plantas correspondientes a cuatrocientas especies nativas de los Andes. Han sido sembradas como réplicas de los sembríos de alimentos y plantas medicinales que ejercían los Incas en las parcelas y de acuerdo con el posicionamiento del Sol, es decir, las épocas conocidas como Intis, según el “caminar del Sol”, concluyó Tamara Landívar

El recorrido por el sitio lleva algo más de dos horas por una caminería en forma de espiral que facilita mirar desde la preparación de la tierra, las chacras, los frutos y el verdor de los sembríos y flora. (F)