Una prueba real para el comercio
Dos años de precios bajos de petróleo han hecho evidente algo: que las exportaciones son un recurso irremplazable en una economía dolarizada. Y este 2017 confluyen varios factores que pondrán a prueba el comercio exterior como pilar en el desarrollo productivo de Ecuador.
Se levantaron los cupos de importación a los vehículos que llevaban limitando las ventas de un sector muy adelgazado este 2016, con caída del 50 %, y además, entra en vigor el acuerdo con la Unión Europea que permitirá ampliar las exportaciones al bloque de los 28, pero también generará un aumento en las importaciones de productos europeos que llegarán sin arancel. Algunos desde el 1 de enero, como los licores y otros con un plazo de desgravamen, como los vehículos (la liberalización total llegará en siete años).
Este escenario permitirá, a priori, engordar el tamaño del comercio exterior, pero la incógnita está en si Ecuador tendrá capacidad productiva para aumentar sus envíos y, sobre todo, si la balanza comercial positiva volverá a revertirse hacia unas mayores importaciones que exportaciones.
Sobre todo si, según lo establecido, las salvaguardias dejan de regir a partir de junio. Entonces, habrá desaparecido uno de los obstáculos que, según el sector privado, han estrechado el nivel de ventas en el país, al encarecerse los productos de fuera. Y entonces, también dejará de haber un cinturón de ajuste que ha contribuido a que el déficit comercial este año haya pasado a superávit, pese a la inocuidad de los ingresos petroleros.
Las cifras del Banco Central de Ecuador reflejan que, de enero a octubre, la balanza comercial petrolera se ha mantenido positiva con un excedente en beneficio para el país de 2.423,7 millones de dólares y además, la no petrolera, pese a seguir en negativo, ha reducido su brecha a -1.221 millones de dólares. Y eso ha permitido alcanzar el ideal comercial: que ingresen más ganancias al Estado de los recursos que salen para adquirir productos extranjeros. Es un logro importante, teniendo en cuenta que un año antes, en 2015, cuando las salvaguardias ya regían desde marzo para el mundo y desde enero para Colombia y Perú, el déficit de la no petrolera era de 4.468 millones. Y en 2014, sin esa restricción arancelaria, el egreso del Estado era de 6.268 millones de dólares. Peor fue en 2013, cuando el petróleo aún brillaba en torno a los 100 dólares y no era suficiente para cubrir el déficit de las importaciones, de -8.159 millones de dólares.
Por tanto, 2017 será determinante para ver cómo se autorregulan las operaciones de comercio exterior de manera que no supongan un sacrificio de recursos al Estado sino una fuente de dólares. Es decir, para que las exportaciones crezcan lo suficiente como para compensar un aumento en las importaciones que vayan liberalizándose gradualmente.
Y ahí, la preocupación entra en el campo de los productores industriales que deberán competir con Corea del Sur si, como planea el Gobierno, se avanza y se concreta la negociación para un acuerdo comercial. Eso abriría el mercado ecuatoriano a electrodomésticos y vehículos asiáticos, principalmente, que tienen costos de producción menores por la economía de escala y que llegarán con menores gravámenes.
Con un poco de colaboración internacional, el equilibrio comercial de Ecuador se verá favorecido por una mayor estabilidad de precios del petróleo, después de que los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) alcanzaran un acuerdo en los últimos meses de 2016 -tras varios intentos previos- para reducir la producción de petróleo en el mundo y darle un impulso a los precios, recortando la oferta de barriles. Ahora falta concretar la disposición de los países de fuera de la OPEP y definir a nivel interno cómo se aplicará el recorte de producción en los campos petroleros ecuatorianos que, para compensar la caída de precios de los últimos dos años, estaban llamados a aumentar su extracción a través de la explotación del Yasuní ITT. Todo se verá en 2017.