Procrastinacion permanente
El Ecuador, el gobierno y la sociedad en su conjunto parecieran haber decidido procrastinar su quehacer. En lo político, en lo económico, hasta en lo cultural, todo queda para después, todo se “patea hacia adelante” o se entretiene “atrás” siguiendo los esquemas de los buenos o los malos equipos de fútbol. Y pareciera que la causa del anómalo comportamiento no depende de haber asumido como formula de acción eso que en lenguaje coloquial se define como flojera. Sin duda que ella es ostensible en algunos funcionarios pero, es claramente visible en otros como una estrategia para no comprometerse.
Si la educación superior pública, en cuanto a calidad y pertinencia, no sale del bache en que lleva largos años sumergida y siendo imperativo lograrlo para intentar progresar -hay al respecto un claro acuerdo nacional-, ¿por qué no se plantea una reforma educativa que abarque la totalidad de ella, desde el jardín de infantes hasta la universidad, y también los factores nutricionales, sociales y ambientales que en ella inciden, tal cual la formación de los maestros?
¿Por qué si es evidente la grave situación ética, administrativa y económica de la seguridad social y del IESS en particular, no se transparentan las cifras y se le hace conocer al país la urgente necesidad de tomar medidas destinadas a salvar una institución vital para el devenir de un número apreciable de ecuatorianos?
Por el estilo, ¿hasta cuándo seguimos declamando la condición de país agropecuario de vocación pero no diseñamos el gran plan dirigido a convertirnos en la potencia agroindustrial más poderosa de este lado del Pacífico?
Fíjense queridos lectores lo recientemente logrado en fútbol por Independiente del Valle. O lo conseguido en atletismo o ciclismo. No es cuestión de falta de atributos, como parecía en el pasado inmediato, cuando no dábamos una sino por excepción.
Sin complejos y con trabajo planificado es posible evadir lo que parecía una condena.
El atraso no va a superarse si no nos atrevemos a intentar hacerlo. Conviene fijarse en los logros de pequeños países como Portugal, que rompiendo ortodoxias, avanzan.